Cristina López Schlichting
Cuidado con el Papa
Aterrorizada estoy. Es broma, pero es sorprendente cómo las personas pueden hablar elogiosamente del nuevo Papa (sobre todo en los medios) sin darse cuenta de que la revolución que trae a la Iglesia nos pone a todos los puntos sobre las íes. «El que no reza al Señor –ha precisado por si cabía alguna duda– reza al diablo, a la mundanidad del diablo». En apenas media semana, Francisco ha dicho que hay que intentar ser irreprochables, confesar públicamente a Cristo en las calles y abrazar su Cruz. Son palabras familiares para un cristiano, pero al verle rechazar el pectoral de oro, ponerse su mitra de Buenos Aires –la única que tiene–, coger el autobús y pagar la factura de la pensión personalmente, he empezado a echar cuentas con mi pobre vida a toda velocidad. Porque si él va en serio, está claro lo que nos pide. Y esto no es como en los partidos o las empresas, los sindicatos o los coros y danzas. Aquí no vale aparentar o contemporizar, lo que hace y dice el Papa –Cristo en la tierra– te juzga en lo más profundo de las entrañas y en el silencio de tu habitación. Muchos de los que ahora sacan botafumeiro para hablar de Bergoglio y los pobres van a renegar cuando exija justicia social o salarios adecuados, o recuerde que la vida humana comienza en el vientre de la madre. Porque sólo buscan subir al nuevo Papa al platillo de la balanza para inclinarla hacia sus carreras políticas o sociales. Ya lo hicieron con los anteriores pontífices, que eran juzgados como inquisidores o «Panzer Kardinal» cuando llevaban la contraria, y «santísimos» cuando se morían o renunciaban. Por el contrario, los que acepten al Santo Padre como el testigo de Dios en la tierra, la cabeza de la Iglesia viva, van a ver su vida cambiar de nuevo. Digo «de nuevo» porque estos sustos divinos son el camino de siempre de los cristianos: pecado-conversión-caerse-levantarse-pecar-pedir perdón. Este caballero que ha accedido a la sede de Pedro es decidido de carácter. Se las ha tenido tiesas con Néstor y Cristina Kirchner y no le teme al poder. Prepárense, es tiempo de austeridad, reparto de bienes, oración, sacrificio y evangelización. Ya se está viendo. Y con la alegría que anuncia el Papa Francisco: «No cedamos más al pesimismo que el diablo nos ofrece todos los días. No cedamos al pesimismo. Debemos tener la certeza de que el Espíritu guía a la Iglesia». Lo dicho, estamos aviados.
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