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De cosechas y siembras

La Razón
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Con la instauración de la democracia, aparecían en el escenario político español PNV y CiU como almas gemelas. Nacionalismo en connivencia con el Estado, ideología de centro-derecha, ilegalizados tras la Guerra Civil, hegemonía electoral... Sin embargo, ¡qué enorme diferencia ha deparado el tiempo para cada uno de ellos! El primero vive una segunda juventud, pletórico y fortalecido, con la independencia en el olvido. El segundo, disuelta su coalición con Unió, se encuentra a la deriva en manos de un extremista y el desastre como horizonte.

El PNV encontró el camino de la convivencia constitucional entre el nacionalismo y el Reino de España y así le ha ido. De bien. Al partido y a los vascos. No hay que mirar hacia atrás demasiado para comprobar la derrota electoral cosechada tras el extravío protagonizado por Ibarretxe, abducido desde las bambalinas por Xabier Arzallus. La marcha por el sendero constitucional con aquel «plan» para la independencia desembocó en la desautorización de las Cortes y la penitencia de ser sustituido por los socialistas en Ajuria Enea y el Gobierno vasco.

A partir de ahí y recuperado el poder, el PNV se ha dedicado a escuchar a la mayoría de su sociedad, al desarrollo y a la modernidad, apartándose del nacionalismo radical al que se había unido en aquel Pacto de Estella de triste recuerdo. Todo lo contrario que CDC, con la avaricia del latrocinio, la comunión con el separatismo radical y marxista y la decisión de ampararse en el delito contra las leyes y la Constitución hasta llegar a una situación esquizofrénica.

El resultado es evidente. Uno en la cresta de la ola, con la independencia en el banquillo. El otro con los rigores de crisis profunda y permanente en un viaje a ninguna parte. La diferencia entre la cordura y la locura. Así es la vida.