Alfonso Ussía

De haber sido...

La Puebla de Arganzón es una localidad perteneciente al Condado de Treviño. Treviño es una isla de tierra castellana incrustada en Álava desde los tiempos del Rey Alfonso VII de Castilla, que no es anteayer, precisamente. Los nacionalistas vascos llevan años intentando anexionar el Condado de Treviño a la provincia alavesa. La Puebla de Arganzón, por cercanía, mira más a Vitoria que a Burgos. Muchos naturales del Condado se consideran vascos, y otros tantos, castellanos. Pero esa disputa no puede justificarse con vilezas.

Una niña de tres años, afectada por una simple varicela, ha fallecido porque en Vitoria le negaron la asistencia y el envío de una ambulancia. Así de simple. La niña empeoró y sus padres reclamaron ayuda al gran hospital más cercano. En quince minutos se llega a Vitoria desde la Puebla de Arganzón. Veinticinco minutos para llegar a Miranda de Ebro, y más de cuarenta minutos hasta Burgos. Pero la niña, que nada sabía de disputas tan localistas y aldeanas, falleció porque la Sanidad autonómica vasca no consideró conveniente atenderla. Una tragedia que nos llena de vergüenza a todos los españoles, incluido el señor Olabarría.

El señor Olabarría, veterano parlamentario del PNV –se disculpó posteriormente, pero ya era tarde–, se atrevió a decir que la pequeña Anne Ganuza hubiera sobrevivido si el Condado de Treviño estuviera integrado en Álava. Es duro interpretar esas palabras. Es decir, que si la niña enferma cuyos padres reclamaron la ayuda más cercana a su lugar de residencia hubiera sido vasca, nada le habría sucedido. Una auténtica barbaridad.

Pero ni aun así, y disculpándose, me creo a Olabarría. Si el que enferma durante una visita a cualquier localidad del Condado de Treviño hubiera sido el terrorista Bolinaga, Vitoria habría enviado la más rápida, sofisticada y moderna de sus ambulancias. De haber sido un subsahariano sin papeles procedente de Melilla, la ambulancia se hubiera presentado en la Puebla de Arganzón. Quizá no la más moderna, como en el hipotético caso de Bolinaga, pero la Sanidad vasca –¿a qué gilipollas se le ocurrió transferir la Sanidad, que es un bien y un servicio que no puede modificarse por límites territoriales?– habría reaccionado. De haber sido un ciudadano vasco cualquiera el que precisara de una ambulancia proveniente de Vitoria, la ambulancia habría llegado en diez minutos. De haber sido uno de los forajidos que se hicieron la foto en Alsasua, la ambulancia habría comparecido ululando todas las sirenas habidas y por haber. De haber necesitado esa ayuda de cercanía cualquier parlamentario nacional o autonómico del PNV o de Bildu, la ambulancia habría volado hasta la Puebla de Arganzón. Pero no. No se envió la ambulancia, la pequeña Anne empeoró y la niña falleció por una simple varicela.

De haber sido España una nación seria, los responsables de la negación de ayuda estarían, no ya expulsados, sino declarando ante el juez de guardia. De ser una nación seria, España se habría planteado terminar con la confusión, el encarecimiento y la estupidez localista de diecisiete administraciones de Sanidad con capacidad de decidir a quién atiende y a quién no. De ser una nación seria, el parlamentario Olabarría no se hubiera conformado con disculpar la perversidad de sus primeras palabras con una disculpa de salón de baile. Tendría que haber sido expedientado y, posteriormente, despedido de su partido. Pero no. Y lo repito. De haber sido Bolinaga, ya estaría de nuevo tomando sus pinchos y chiquitos por las calles de Mondragón. Pero era una niña de tres años castellana, eso tan poco recomendable para los nacionalistas y separatistas vascos.