Toni Bolaño
«De investidura habla con Homs y Mas»
Pedro Sánchez y Carles Puigdemont se reunieron en el despacho presidencial una hora. La reunión fue formal, agradable y educada, pero poco más. Sobre los pactos, el máximo responsable del Gobierno catalán se ha puesto de perfil y le dijo al socialista: «Eso no es mi negociado. Sobre la investidura debes hablar con Homs –el jefe de filas de Democracia y Libertad– y Mas –el ex presidente que sigue su guerra desde la trinchera de la presidencia de, la todavía hoy, CDC–». A buen entendedor pocas palabras bastan. Puigdemont sabe que no es el partido y que está en la presidencia de prestado. La cita de la reunión no es textual porque sólo estaban ellos, pero es la conclusión que extraen personas que están al cabo de la calle de lo que allí se habló.
Sánchez no salió satisfecho. Su intención era tender puentes y los tendió. El problema es que la contraparte no tiene intención de utilizarlos. El líder del PSOE explicó al presidente catalán que la independencia es un camino sin salida y sin futuro, que el referéndum es un oxímoron, y le ofreció una reforma constitucional que busque un nuevo encaje entre Cataluña y el resto de España. Puigdemont siguió fiel a su hoja de ruta –la independencia– y no se movió. Al menos de momento. Artur Mas ya está haciendo el equipaje para bajarse del tren. Hace una semana, el que fuera presidente de la Generalitat, el adalid de la independencia y el timonel del «procés» sorprendió cuando afirmó sin titubear que la independencia no era posible sin hacer un referéndum que obtuviera al menos el 50% de los votos favorables. El mundo soberanista empieza a comprender que su viaje «no va a ninguna parte».
Puigdemont, desde el Gobierno, aún no lo ha dado porque significaría un encontronazo con ERC y una guerra con la candidatura de Unidad Popular. Sin embargo, Oriol Junqueras lanza su discurso soberanista mientras en paralelo habla y habla con Montoro o De Guindos para evitar el colapso financiero. No quiere saber nada de Madrid, pero «si hay que ir se va». Y Puigdemont sorprendió a Sánchez cuando le dijo «si hacéis alguna oferta –la reforma federal de la Constitución– y Cataluña la acepta, lo aceptaremos, pero de momento seguiremos nuestro camino. No contéis con nosotros». O sea, Puigdemont no piensa mover un dedo, pero se ha pedido plaza en primera fila.
Con este recado, Sánchez volvió a Madrid. De camino se enteró que los suyos y C’s estaban cerrando un encuentro con Compromís a espaldas de Pablo Iglesias. La buena nueva suavizó el mal sabor de boca del encuentro. Y movió pieza. Mensaje al líder morado emplazándole a una reunión. Iglesias respondió que adelante y Sánchez debió pensar que menos da una piedra. El tablero se movía. Iglesias abre la puerta que tenía cerrada. Compromís se deja de tapujos y quiere negociar, y los independentistas catalanes, aunque mantienen discurso, piden árnica entre bambalinas para salir del atolladero en el que se han metido. Fue un día provechoso. No hay resultados concretos, pero empieza de nuevo la partida.
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