Angel del Río
De «invictus» a «insomnius»
Con la aprobación de los presupuestos de la Comunidad sale adelante la reforma de la Sanidad pública, sin el apoyo de la izquierda, los médicos y los sindicatos, porque después de muchas reuniones el acercamiento no fue posible y, en consecuencia, tampoco el acuerdo.
El consejero pidió a los médicos y a los sindicatos medidas concretas para ahorrar 530 millones en el presupuesto de la Sanidad pública madrileña, que es lo que había que recortar por imperativos de la austeridad exigida por el gobierno central, pero los médicos entienden de medicina y no de números, y los sindicatos entienden de casi de todo, menos de echar las cuentas con matemática pura, sin añadidos ideológicos.
El balance de tres semanas de huelgas de batas blancas es escalofriante, lamentable, inasumible: 31.000 consultas canceladas, suspensión de casi 5.000 intervenciones quirúrgicas y el porcentaje de altas hospitalarias que ha caído un 41,43 por ciento.
Los socialistas están muy sensibilizados con este asunto, hasta el punto de escenificar «la fiesta de los pijamas», representada en la Asamblea regional y en los mejores ayuntamientos madrileños. En el papel principal, Tomás Gómez, un ídolo que alcanzó fama nacional en su interpretación de «Invictus, el guerrero derrotado» y que ha intentado protagonizar, junto a Pérez Rubalcaba, «Las amistades peligrosas», aunque éste último huye de coprotagonismos con el divo Gómez, el rey de la escena parleña. Noche de vigilia, de duermevela, de insomnio forzado, de intentar dar un golpe de efecto, una llamada de atención. Después de una noche sin pegar ojo, ha pasado de «Invictus» a «Insomnius», aunque fuentes solventes aseguran que se ausentó de la vigilia durante seis horas.
«Una velada en la que todos los presentes están absolutamente de acuerdo es una velada perdida». Lo dijo Albert Einstein antes de que Gómez naciera a la política.
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