Julián Redondo

De Madrid, al cielo

Las derrotas de Barça y Athletic, traspiés que algún avispado analista podría definir como el chasco de las autonomías en la «Champions», no tuvieron eco en Madrid, que por poco rozó el cielo. El Atlético ganó un durísimo partido a la Juventus y el Real sufrió demasiado para doblegar al Ludogorets; pero ganó, que es lo que cuenta. Lo demás, profundo examen de conciencia y a corregir errores de concentración, excesivos y desesperantes.

En el Calderón, de verde clarito, la Juve; los búlgaros, de verde bético en el Vasil Levski. Los pistachos de Turín, que, como medio mundo, saben que el Atlético no es un virtuoso, no le regalaron ni un milímetro de espacio. No le importó a Simeone, metió al equipo atrás en el primer tiempo y regaló la pelota a Chiellini y Cía. los porteros no sufrieron. Cuando Griezmann entró en el segundo tiempo, el Atlético se fue a vivir con Buffon. A más fútbol, más posibilidades; aunque también se puede llegar al gol sin extenderse en combinaciones. Ejemplo, los pistachos búlgaros: un córner y, como el que defiende es el Madrid, el gol de siempre, que se le va la vida a Casillas en cada saque de esquina: peina uno en el primer palo porque nadie le marca y remata de lujo otro en el segundo porque nadie le vigila. Iker, en el centro, atónito. Pero el Ludogorets sólo es un equipo animoso, más teórico que práctico, de ahí los dos penaltis. Cristiano los tiró y metió uno. Ya con Kroos, James y, sobre todo, Benzema, el Madrid dio lustre a la camiseta. Paradojas de la vida, triunfó el furor del dragón: gol de Karim. En el Calderón, Arda hizo el 1-0, en jugada, no a balón parado. El principio básico se cumple: a más fútbol, más ocasiones; de ahí a la victoria, un tanto.