Atlético de Madrid

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De milagro en milagro

La Razón
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El Bayern tenía su balón y el Atlético ninguno, ni siquiera la parte proporcional que le correspondería por su esmirriado 32 por ciento de posesión. Y, sin embargo, bastó para enterrar la maldición de Schwarzenbeck 42 años después. El Cholo, milagro a milagro, ha ganado a la fatalidad. Después de eliminar al potentísimo equipo de Guardiola, soñar con la «Primera» no es baladí. Milán espera, tras un ejercicio de sufrimiento atroz. Valió la pena.

Después de los primeros 45 minutos, del penalti que detuvo el fabuloso Oblak en dos tiempos, a Müller y a Xabi, y de soportar un asedio inhumano, el Atlético sólo perdía 1-0 y la eliminatoria estaba empatada. Igualada, nunca. La superioridad alemana era apabullante, tanto que la histórica frase de Luis, este día en la memoria más que nunca, cambió de verbo y de sentido: perder y perder y perder y volver a perder... la pelota. El Bayern combinaba; el Atlético rifaba y si conseguía cruzar la frontera se extraviaba. Corría y corría y corría, como pollo sin cabeza. De Torres, Griezmann y Saúl no había noticias arriba. El partido discurría en el entorno de Oblak, sin tregua ni posibilidad de organizar un contraataque por la falta de pericia de quienes tenían que proponerlo o, sencillamente, porque el contrario empujaba, presionaba, defendía en campo contrario y asfixiaba la salida del balón. Pero hubo un cambio tras el descanso, entró Carrasco por Augusto y la luz se hizo. El primer contragolpe, iniciado por Torres y culminado por Griezmann, acabó en gol. Luego marcó Lewandovski y el «Niño», maldita sea, falló un penalti en el 84. Rondaba la maldición, se mascaba la tragedia. Tocaba sufrir, sufrir y... respirar finalmente de gozo.