El desafío independentista

De presos políticos y todo vale

La Razón
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“¡Cosas veredes, amigo Sancho!”

La diosa patria puede ser insaciable cuando está en período de gestación y requiere toda clase de sacrificios. Cuando la heroica lucha nacional es incruenta, la víctima más común es la verdad. Al fin y al cabo, históricamente, las escisiones y sus fracasos se producen como resultado de guerras y ya se sabe que en ellas la primera baja es la verdad. La que nos ocupa es atípica, y así nos la conserve Dios, por más que unos inflados centenares de contusiones y rasguños, atendidos por enfermeras a pie de obra, se pretenda presentarlos como devastadora mortandad de crudelísima batalla. Las mentiras de las guerras de verdad son tácticas, pues es una necesidad imperativa tener al enemigo siempre engañado. Las del combate separatista contra la nación española son mucho más que eso, son esenciales, origen, causa y motivo de toda la crisis que estamos padeciendo, de toda la masacre de normas legales, de la constitución para abajo.

El “España nos roba” es emblemático, porque lo del dinero sería lo de menos. El inconmensurable sentimiento de agravio se refiere al robo de su ser, la catalanidad, y tiene toda clase de concreciones, un interminable catálogo de ofensas en forma de leyes y sentencias de tribunales, y de la pretensión de hacerlas cumplir, tras tantos años de consentimiento y lenidad. Pero lo determinante es que la realidad virtual e ideológica por opuesta que sea a la incontrovertible realidad fáctica es apasionadamente creída y pasto para el implacable victimismo.

Así, el más reciente episodio, que por desgracia no tendrá nada de último, la condena por sedición de los presidentes de esas dos entidades furibundamente antiespañolas, cebadoras del sentimiento de agravio, los convierte en la realidad paralela, que no converge con la verdad ni en el infinito, en presos políticos, siguiendo la pretensión de que lo suyo es una cuestión política y no legal. Ciertamente es lo primero. Lo demencial es la incapacidad de comprender la estrecha relación entre política y ley. El estado se atiene a la ley en su actuación política. Ellos se sienten eximidos de la ley y con derecho a actuar contra ella porque su motivación es política. Y además quieren un premio: la independencia sobre un castillo de ficciones.

Hay muchos prisioneros políticos en el mundo. En ocasiones víctimas de acusaciones falsas, como los de Maduro. En las más, por oponerse a leyes injustas, atentatorias contra los derechos humanos, en regímenes totalitarios. Creer que los dos Jorges tienen derecho incitar al acoso, insulto, secuestro, humillación a los agentes de la autoridad legítima y salirse de rositas porque su motivación es política, además de ilegítima, es mucho creer. El que tal hiciera en un hipotético estado catalán, sentiría todo el peso de la ley. ¿Alguien lo duda?