Luis Alejandre

De vuelta a Iraq

Han pasado algo más de diez años. Entre abril y mayo de 2004 salían de Iraq nuestros últimos contingentes militares. No pretendo en esta reflexión volver al controvertido ambiente político y social que envolvió tanto al despliegue, decidido por un gobierno, como al repliegue decidido por otro, vencedor en las elecciones del 14 marzo de 2004, tres días después de la tragedia de los trenes de Atocha. Solo reiteraré dos párrafos de la Resolución 1483/2003 del Consejo de Seguridad de NN.UU: «El Consejo hace un llamamiento a los Estados miembros y las organizaciones interesadas para que ayuden al pueblo de Iraq en la labor de reformar sus instituciones y reconstruir el país y contribuyan a que existan en el país condiciones de estabilidad y seguridad de conformidad con la presente Resolución» e «Insta a los estados miembros a que presten asistencia en virtud del presente mandato, incluso fuerzas militares».

El embajador Miguel Benzo dejó un buen testimonio de su difícil y arriesgada misión en Bagdad («Misión en Iraq». Ed. Temas de Hoy) que dedica muy especialmente al capitán de navío Manuel Martín Oar, su brazo derecho y amigo, muerto en acto de servicio. Tristemente no sería el único. En su testimonio resalta tanto el enorme trabajo que desarrolló como alto comisionado el secretario de Estado de Defensa Fernando Díaz Moreno, como el que desarrollaron «in situ» el general Luis Feliu, segundo de a bordo de Walter Slocombe, antiguo secretario de Estado adjunto norteamericano, apoyado por una docena de oficiales del Ejército que participaron en la organización de las nuevas fuerzas armadas iraquíes. Refiere el enorme esfuerzo sanitario que se materializó en Umm Qsar tanto a bordo del buque de nuestra Armada «Galicia» como de las formaciones sanitarias del Ejército instaladas en tierra.

No olvida la gestión del general Pedro Andreu, un excepcional «operaciones especiales» y su equipo en la creación de la nueva Academia Militar iraquí. Benzo, que dejó la misión en noviembre de 2003, convivió con la primera brigada Plus Ultra que mandó el general Cardona, de quien hace merecidos elogios. A Cardona le seguirían Fulgencio Coll mandando la segunda y Muñoz que organizó con seguridad y eficacia ,al frente de una unidad de la Legión, el repliegue ordenado con urgencia por el nuevo Gobierno. Destaca también Benzo el papel de su ministra Ana Palacio y lo que representó la colaboración de la AECI en el apoyo a las áreas de despliegue de las unidades españolas, integradas como se sabe en una división de mando polaco, en el que también participaba una brigada ucraniana.

Resumido hoy, todo parece sencillo. Hay meses, semanas , días, de sacrificio, de trabajo, de esfuerzo de mucha gente. Por allí se coordinó el trabajo de una empresa estatal –TRAGSA– con un interesante proyecto de desarrollo rural para Nayaf, que podía dar trabajo a 5.000 personas; se sanearon redes de agua, se reactivó la industria. Incluso refiere Benzo cómo se eligió a La Caixa entre un consorcio de entidades financieras dirigido por JP Morgan, para gestionar el Banco de Comercio de Iraq.

De los soldados españoles dirá el embajador que: «De ellos aprendí el valor de aceptar con paciencia el paso lento de los días»; y «pude comprobar con admiración, la importante tarea que realizaban, su organización y la capacidad de sus mandos». Resalta una frase que reiteraba el general Cardona en todos sus contactos: «Las tropas no han venido a Iraq para realizar tareas de ocupación, sino para ayudar a sus habitantes a recuperar su estabilidad y seguridad».

Estas semanas están llegando nuevamente al país del Éufrates y el Tigris otros Legionarios al mando del coronel Julio Salom, jefe del Tercio Alejandro Farnesio. Algunos veteranos de la brillante, sacrificada y querida Unidad les habrán contado cómo estaba aquello en 2004. Salom y sus hombres habrán recibido un Manual de Área –un muy buen trabajo de los Estados Mayores– que sitúa al expedicionario en el contexto cultural e histórico del país al que acude, la idiosincrasia de sus gentes y la forma de tratarlas desde el prisma del respeto: «Utilizar sólo la mano derecha para comer, tocar alimentos u ofrecer algo»; «después de estrechar la mano el gesto de colocarla sobre el corazón es una muestra de respeto o sinceridad»; «nunca utilizar el OK con el dedo pulgar hacia arriba, ya que tiene un significado obsceno en su mundo».

Con el mismo espíritu y el mismo sentido de la responsabilidad que hace diez años, Salom explica la nueva misión. Se trata de impulsar el adiestramiento y formación de unidades del ejército de Iraq. Desde la base de Besmaya situada a 30 kilómetros de Bagdad, en ciclos de seis a ocho semanas, pasarán brigadas iraquíes a fin de mejorar sus capacidades de combate.

Explicado así, todo parece sencillo. Vuelven semanas, días, de esfuerzo y sacrificio. ¡Como si no hubiesen pasado diez años! ¡Suerte, mi coronel!