Islam

¿Debemos cuestionar el islam?

La barbarie acaba de golpear a Sri Lanka. El grupo yihadista Estado Islámico (EI) ha reivindicado los ataques que afectaron a iglesias y hoteles, con 359 muertos el domingo, según informó el martes 23 de abril el órgano de propaganda de la organización, Amaq. El ISIS transmitió un vídeo de lealtad a los terroristas suicidas, así como una declaración que detalla los ataques y los nombres de los «combatientes» que supuestamente los cometieron.

Tras el ataque de Sri Lanka, el mundo entero es­tá en shock. El país no había vivido atentados tan mortales en su historia, sus servicios de inteligencia han demostrado su ineficacia y se ha dado cuenta de que amenaza del terrorismo islamista es real. La isla, que se estaba recuperando de una larga guerra civil, no había percibido esta amenaza en el horizonte.

La esfera árabe-musulmana tiene un papel importante que desempeñar. Antes de utilizar armas, hay una ideología que combatir. La educación religiosa en todos los países musulmanes no está exenta de reproches. Siempre mezcla lo que es fe, lo divino, con los intereses humanos. Esta unión debe ser derrotada si queremos erradicar el islamismo salafista y su fantasía criminal.

El islamismo, ya sea de ascendencia wahabí o asociado con la Hermandad Musulmana, tiene el mismo proyecto estratégico de conquista que el yihadismo.

Su predicador principal, Youssef Al Qardawi, es el fundador y decano de la primera Universidad de Estudios Islámicos y Ciencia, establecida en Qatar en 1977. Su programa «Al Sharia wa al-hayat» («El camino hacia Dios y la vida») promulga: «El Islam ha entrado dos veces en Europa, y dos veces la ha dejado... Quizás la próxima conquista, con la voluntad de Alá, será a través de la predicación y la ideología. Cualquier tierra no debe ser necesariamente conquistada por la espada. Queremos que un ejército de predicadores y maestros presente el islam en todos los idiomas y dialectos».

Es necesario detener a estas personas, aplicando las leyes, porque representan una amenaza para las vidas de millones de nosotros. A pesar de ello, es legítimo profesar la religión del islam.

Es demasiado fácil reconocer el esencialismo, defender las prácticas blandas del islam, cuando uno ni siquiera tiene el coraje de denunciar la barbarie, los ataques. Es absurdo culpar de toda responsabilidad a la agresión histórica de Occidente frente al Oriente musulmán.

El gran fracaso concierne a los textos y su interpretación. El rechazo de la contextualización significa que el dogma ordena que estos textos sean eternos. Así, los judíos y los cristianos son designados como enemigos perennes. Mientras que el mundo moderno no está imbuido en guerras religiosas, sino de intereses. Así, el aspecto bélico de algunos de los suras del Corán es muy antiguo, y el contexto, 14 siglos después, ya no es el mismo. Por ello, no hay justificación para imponer a los creyentes que se preparen para la guerra.

Debemos reformar el concepto que los musulmanes tienen de su propia religión. El corpus étnico es común a todos los monoteísmos. Lo que es historia es humano y no sagrado. Que el mundo musulmán está fuera de contacto con las evoluciones del mundo, es una realidad amarga y debe ser reconocida.

Las élites, desprovistas de coraje, no hacen su parte. Aceptan tabúes, prefieren culpar al otro. Estas mismas élites se encuentran en una postura justificadora de la barbarie cuando se trata de su campo de actuación.

Esta lucha debe darse en todos los frentes. Los religiosos, ulemas, tienen la pesada carga de demostrar que el islam puede adaptarse a nuestro tiempo. Los filósofos, hombres de letras, políticos, deben ofrecer una perspectiva diferente al mundo musulmán que no sea una simple contraposición a los demás. Sí, es necesario interrogar a los representantes de una religión que tuvo períodos magníficos en la historia de la humanidad, pero que hoy se exhibe solo en el mal.

Finalmente, la democracia, la tolerancia, la solidaridad, son las armas disponibles para la humanidad. ¡Usémoslas!