Julián Cabrera

Deconstruir o morir

Ha dicho Mariano Rajoy a sus más allegados que hay que recuperar la iniciativa política, que hay que propiciar el regreso a la parroquia popular de tres millones de votantes hoy perdidos en los sondeos y que eso pasa por una posición contundente frente a la corrupción y firme frente al desafío soberanista en Cataluña.

Pero esos enunciados no estaban ni siquiera hace meses en la perspectiva de un presidente al que nunca agradaron ni los cambios bruscos de timón ni la imprevisibilidad. La hoja de ruta antes del pasado verano pasaba casi exclusivamente por el éxito, ahora reconocido en el exterior –Rajoy fue la «Prima Donna» en el reciente G-20–, de la recuperación económica, que tendrá reflejo más patente en 2015.

Hoja de ruta hoy insuficiente. Los casos de corrupción, el ascenso a consecuencia de ello de Podemos, la llegada de un virginal y desligado del pasado Pedro Sánchez al frente del PSOE y un 9-N que ha dado oxígeno a Artur Mas, contrastando con cierta decepción en el resto del Estado tras escuchar reiteradamente que no habría consulta, han encendido la luz de reserva del crédito.

Rajoy además de superviviente político nato es un político veterano de los de callo pero no caduco; ni siquiera ha cumplido los sesenta y de ello parecen olvidarse algunos en clave interna y con no poca inquietud preelectoral.

El nuevo escenario y los nuevos actores justifican la idoneidad de una deconstrucción de la política española a la que no escapa el PP como partido en el gobierno, pero recuperar el espacio perdido requiere orear la casa, más presencia institucional donde no la hubo y coherencia con los programas electorales más allá de tacticismos demoscópicos. Los sociólogos de cabecera no responden ante los electores; los gobernantes sí.