Julián Redondo
Del Bosque, selección
Una vez demostrado que Vicente del Bosque no es culpable de la muerte de Manolete, la decisión sobre su futuro depende exclusivamente de él. Ni una sola voz se ha alzado en la Federación para insinuarle siquiera la conveniencia de un relevo. Al contrario, le arropan, tratan de protegerle del sector cortacabezas, que no es mayoría, ni mucho menos, y han insistido para que continúe en su puesto por lo menos hasta el Europeo de Francia de 2016, cuando expira su contrato. Pero no le presionan; es más, le han hecho saber que si le apeteciera ocupar otro puesto en el organigrama técnico federativo, pongamos que el de director deportivo, también le apoyarían. En la Federación están convencidos de que el mejor embajador que puede tener el fútbol español es Del Bosque, «y no sólo el fútbol español; el fútbol». Trasciende del arquetipo de entrenador, por conocimientos, títulos conquistados y valores personales. Y ahora lo que corresponde a Villar y a su equipo, a la vista del informe que va a cursar el seleccionador, es analizar todo lo sucedido y todo lo decidido, desde la elección de Curitiba como cuartel general al regreso a casa, sin obviar la convocatoria, los amistosos, los comportamientos individuales, el porqué del desvanecimiento de la Selección, en todas y cada una de las líneas, y la fragilidad del grupo. Son muchas las teorías que circulan en torno al vigente campeón del mundo y a la revolución pendiente, que no será drástica. Comparto la de Míchel, entrenador del Olympiacos y un seleccionador en potencia: una vez producida la catástrofe, se puede acometer la restauración sin vínculos emocionales ni agradecimientos por los servicios prestados. Y Míchel, como otros muchos que se han expresado, tiene una apuesta firme y segura: Del Bosque, Selección.
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