Julián Redondo

Del éxtasis al coñazo

Del éxtasis al coñazo
Del éxtasis al coñazolarazon

Holanda no es Alemania, no se parece ni en el forro. Y Argentina es lo que es, una fuente de calor que sin Di María se apaga, casi. Total, que después del éxtasis de Belo Horizonte, el coñazo de Sao Paulo, donde se pudo jugar sin porterías... y sin balón. Mimos en lugar de futbolistas y, sin embargo, de semejante bodrio y tras prórroga y penaltis salió otro finalista (era irremediable): Argentina. Por gusto, por placer, por entretenimiento, el domingo tendría que ganar la final Alemania. Mas, a saber, porque la vida está llena de paradojas. Así, lo que para los brasileños fue una noticia trágica, esa eliminación por goleada de la militarizada selección de Scolari tras derrota histórica y sonrojante, para el resto del mundo fue una bendición. El fútbol, ese preciado tesoro cuya función principal es atraer, divertir, distraer, está a salvo en las botas de los jugadores de Joachim Löw, contrapunto de Felipao. El seleccionador alemán, admirador del ahora denostado tiquitaca español, seguidor de ese modelo que durante seis años asombró al mundo, fue fiel a una idea similar que ya expuso en la Eurocopa de 2008. Perdió la final con España. Insistió. Por un cabezazo de Puyol cayó en la semifinal de Suráfrica. Perseveró. En la semifinal de la Euro'2012 le venció Italia, barrida después por la Roja en un acto final memorable. En Brasil, persistió y, con ese envidiable estilo reservado para elegidos, ha desterrado el fútbol obsceno y sin gracia de quienes, pese a lucir cinco estrellas en la camiseta, han sido condenados al fracaso por no preservar un espectáculo que fue suyo.