Ely del Valle

Del pluralismo a la pluralización

A nadie se le escapa que nuestra política ha cambiado mucho en los últimos años y que tenemos que acostumbrarnos a que quizá haga falta más de una visita a las urnas antes de que haya un candidato con la mayoría necesaria para ser investido, cosa impensable en tiempos del bipartidismo. Lo digo porque, viendo las encuestas que han empezado a funcionar a todo gas desde que Sánchez fijara fecha para las próximas generales, nadie se atreve a hablar de partidos ganadores sino de bloques con posibilidades: el de la derecha trifálica y el de la izquierda bifálica – lo de una mujer presidente parece que se va a hacer esperar – en la que, no se sabe muy bien por qué algunos se empeñan en meter al PNV y al PdCat que, salvo cambios de última hora, siguen siendo más de derechas que el carril bus.

Es lo que algunos denominan “italianización de la política española”: un totum revolutum en el que la suma cuenta más que las ideas y los extraños compañeros de cama son cada vez menos extraños. Las campañas electorales se convierten así en un delicadísimo juego de estrategias en las que hay que intentar acabar con el de al lado pero utilizando dardos con ventosa, no vaya a ser que hagamos demasiada pupa al que hoy es rival pero mañana puede ser socio necesario. La derecha y la izquierda de toda la vida se han dividido y a la vez se han pluralizado, lo que obliga a trabajar con complicados algoritmos para calcular votos pero también restos que son al final, por cortesía de nuestra ley electoral, un elemento fundamental para poner o quitar rey. Ya tuvimos unas elecciones complicadas en 2015/16 y las de abril no tienen mucha mejor pinta, lo que nos lleva a pensar si realmente hemos avanzado algo o si al final las únicas que ganan son las empresas demoscópicas.