Julián Redondo

Demagogia baratísima

El segundo director deportivo de un modesto equipo ciclista profesional acusó a Manolo Saiz, responsable técnico del ONCE, de invertir una fortuna en botica. Exigía igualdad porque él apenas podía gastar cuatro millones de pesetas en lo que supuestamente tendrían que ser genéricos. Detrás de la amarga queja, flotaba la envidia y la pueril asunción de un dopaje de dos velocidades. Tata Martino ha calificado de «falta de respeto al mundo» la cantidad que el Madrid presuntamente va a pagar al Tottenham por Gareth Bale. Sí, 100 millones de euros son una barbaridad, también lo cree Florentino Pérez, pero convencido de que la inversión será rentable.

Lo que ahora se espera de Gerardo Martino es otra dosis de moralina para referirse a su sueldo y solicitar, si le parece, una sensible rebaja. El de Mariano Rajoy es de 74.900 euros anuales; el de sus ministros, 64.000; el del Tata está por encima de los cuatro millones de euros netos. Al arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, le pareció un «dispendio descomunal» lo que el Madrid pagó por Cristiano; todavía hoy los madridistas aguardan que imponga al Barça la penitencia por Ibrahimovic.

La viga en el ojo ajeno, Bale en el laberinto de Levy, Diego López en la portería, Casillas en el banquillo y Ancelotti de rodeos. Sólo Carlo puede acabar con la polémica de los porteros. Muñoz coincidió con Araquistain y Betancort, con Miguel Ángel y García Remón, patata caliente que recogió Miljanic. Entonces las lesiones imponían el cancerbero. Hoy el debate está en la red y casi todo es «Tatademagogia».