Iñaki Zaragüeta

Demagogia y fanatismo

Juan Carlos Monedero dinamitó ayer uno de los principios básicos en los que se ha basado la vertiginosa emersión de Podemos: la transparencia. En su aparición pública de ayer ese estandarte que tanto han blandido él, su jefe Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa y demás mandatarios saltó por los aires. Era la primera ocasión de demostrar un alma distinta de la casta. Sus palabras, quizá no su fogosidad, recordaban a las comparecencias protagonizadas por tantos personajes públicos al verse afectados por la acción de la Justicia: Bárcenas, Rato, Blesa...

Monedero se refugió en el derecho a la intimidad, en el secreto y blindaje de sus datos, en la confidencialidad del contrato y del presunto informe realizado para varios países bolivarianos. Al parecer, son los mandamientos que se aplica, los que niega al resto del mundo. Pero ¿no habían quedado que todo lo relativo a sus actividades y a las de su partido serían diáfanas y a disposición de los ciudadanos?

Conclusión de Perogrullo: «Quien oculta algo esconde». En fin, que la convocatoria a los medios de comunicación resultó un «bluf» para aclarar la procedencia de sus ingresos, unos cuantos cientos de miles de euros, y la escrupulosidad de la cotización a la Hacienda Pública. Ni lo uno ni lo otro. Monedero se limitó a enarbolar la verdadera base de Podemos: la demagogia. También el fanatismo al llamar régimen a la democracia emanada de la Constitución del 78. No, hombre, no. Régimen es el de Chávez y ahora de Maduro, el de Corea del Norte, el de Cuba y, lo que es peor, el que él y los suyos nos quieren imponer en España. Ojalá no tengamos que comprobarlo. Vamos, que pronunció un mitin, aunque en esa ocasión el auditorio no lo componían fieles o ciegos seguidores sino los periodistas que lo único que reclamaban y esperaban era: respuestas a las dudas y misterios de su comportamiento. Precisamente lo que el dirigente comunista hurtó.