Alfonso Ussía

Descamisado «Ralph Laurent»

Argentina se hunde. Su Presidenta viaja a La Habana. Su ministro de Economía, el íntimo amigo del hijo de Cristina Fernández, es un descamisado de los años 40. Pero un descamisado «Ralph Laurent». Aquí en España tenemos muchos. En Argentina se dice que Cristina Fernández y Kicillof poseen una fortuna allende sus fronteras.

De ser cierto, nada sucederá. No hay cabeza humana que pueda entender que Argentina viva siempre al borde, o inmersa en la quiebra. Sus recursos son fabulosos y muy pocos sus habitantes.

Pero desde el peronismo se ha instalado en su poder una caspa de retroprogresía peligrosa. Perón fue un ladrón. Y el entorno de Perón. Y los descendientes ideológicos de Perón. El pueblo se deja convencer. Argentina, tan culta, es la nación donde mejor se siembra el populismo barato. Su cosecha anual es impresionante, más que las que ofrecen sus tierras milagrosas.

Cristina Fernández ha aliviado su luto. Con dólares y blancos salpicados de negros, azules y violetas. Le ha entregado la economía del país a un comunista de «Jaguar», como lo fue Ernesto Guevara, el «Ché», hasta que arruinó a su familia y experimentó el gozo revolucionario. Creo que fue Nicolás Guillén el autor de aquella tontería que cantaba Paco Ibáñez. «Soldadito de Bolivia/ soldadito boliviano». Le afeaba al soldadito de Bolivia su combate contra el «Ché» en las selvas de su país a la orden del malvado Ejército de los Estados Unidos. A ninguno de los tontos que se emocionan con esa simpleza se les ha ocurrido pensar que el más beneficiado y feliz por la muerte de Guevara en las selvas de Bolivia fue Fidel Castro. Se quitó al revolucionario derrochador, de pesos y sangre ajena, de un plumazo. La muerte de Guevara marcó la pauta de inicio del régimen castrista. Y la Argentina de hoy lleva un camino hacia el barranco de muy complicada reparación.

El peso se ha derrumbado. Kicillof ha conseguido dejar las arcas vacías, sin reservas, en menos de un año. La inflación supera el 30 por ciento. Y todavía quedan millones de argentinos, pueblo sufriente, que se emociona cuando Ella, la viuda de Él, les pide sacrificios patrióticos y acusa al capitalismo de la situación argentina. Si todos los presidentes –y presidentas–, ministros, gobernadores y responsables de haber manejado el poder político y económico en aquella nación insuperable devolvieran la mitad de lo que han robado a lo largo de los últimos decenios, Argentina saldría adelante. Inmediatamente. Pero el patriotismo populista se queda en las palabras, en el discurso demagógico y en la mentira permanente.

Se intuye que Cristina Fernández no va a intentar la reelección. Son los últimos meses de su poder. Y del poder de los suyos. Esquilmarán hasta la roña de la caja fuerte antes de abandonarlo. Un país emotivo. Elevó a la presidencia de la República a una analfabeta por ser la viuda de Perón, y eligió para desempeñar el mismo alto cargo institucional a la viuda de Kirchnner, sólo por el hecho luctuoso de su fallecimiento. La mayoría de los votos argentinos son todavía de José Hernández y su «Martín Fierro», y de Atahualpa Yupanqui y sus gauchos maltratados. Una nación con un potencial intelectual impresionante, una riqueza natural imbatible y una cultura general mucho más alta que la media –europea incluída–, se permite constantemente el lujo de entregar su presente y su futuro a unos desalmados que presumen de descamisados, cuando sus camisas las compran en Nueva York en el gran establecimiento de «Ralph Laurent», después de comprobar el estado de sus cuentas corrientes. Amo profundamente a Argentina. Otra cosa es que entienda a muchos argentinos, aun hablando el mismo idioma.