Ely del Valle

Descomunicación

La Razón
La RazónLa Razón

Hay charcos en los que se meten los partidos políticos que no son lo que parecen pero que terminan convirtiéndose en un tiro en el pie. Esto, que suele ser habitual en el PP, le acaba de pasar al PSOE al votar en el Congreso a favor de quitarle al Tribunal Constitucional las herramientas para que pueda emprender medidas punitivas contra los políticos que incurran en desobediencia. No es que los socialistas pretendan dejar impune a Forcadell, por poner una ejemplo: es simplemente que consideran que la ejecución del «castigo» no debe ser competencia del TC, cuyo objetivo es juzgar leyes, sino de los tribunales ordinarios. Se puede estar de acuerdo o no, pero el argumento tiene su lógica. Sin embargo, muchos de los propios votantes del PSOE creen que su partido se ha alineado con el independentismo y están que echan humo. Es algo parecido a lo que le ocurrió al PP con su voto en contra del matrimonio homosexual. No es que los populares se opusieran a que dos personas del mismo sexo se casaran. Lo que mantenían es que a esa unión no se le podía llamar matrimonio porque la definición del mismo sólo contemplaba la unión de personas de distinto sexo. Era una cuestión puramente nominativa; ahora en el caso del PSOE es operativa, pero el efecto en ambos es el mismo: han conseguido ponerse en contra a los suyos porque una gran parte de ellos se han abonado al mensaje del contrario; un mensaje distorsionado pero que, por su simplicidad, tiene la capacidad de calar en la opinión pública. Es exactamente lo que le pasó en su día y mil veces más al PP, partido experto en «descomunicación». Lo que sorprende es que le ocurra al PSOE, que en el manejo de la consigna demagógica siempre ha sido un crack, y huele a síntoma, otro más, de su precario estado de salud.