Reyes Monforte
Deseando muertes
La tiranía que encierran algunas palabras pronunciadas o escritas al albur de la libertad de expresión está prostituyendo este derecho ganado a pulso por muchos que incluso dieron su vida por defenderla y permitir que el resto la tuviéramos. Curiosamente, ese privilegio por el que muchos murieron sirve para ir deseando la muerte a unos y a otros en 140 caracteres. Algunos han convertido Twitter en una franquicia de la otrora sección de esquelas de los periódicos, pero con forma de escupidera colmada de los esputos de unos indeseables que van deseando la muerte al personal. Lo hacen de manera democrática, sin hacer distinciones: lo mismo desean la muerte de un vivo que se alegran del fallecimiento de un muerto.
Un personaje que se presenta en redes como activista, y a quien no nombraré porque está tan hambriento de protagonismo como seco de cerebro, se descolgó con un mensaje miserable sobre la muerte de Carme Chacón, un vómito disfrazado de libertad de expresión con el consecuente barniz populista y pretendidamente ideológico.
Los límites de la libertad de expresión no están en el humor, en el derecho a la información o a la intimidad; están en la ley, en el código penal que demarca delitos como la difamación, la injuria, la calumnia, el atentado contra el honor y la dignidad de las personas. La libertad de expresión de un individuo, como cualquier otra libertad, termina donde comienza la de otro. Ese es el límite que impone la lógica y la moral. La otra frontera la establecen las leyes, esas que otorgan derechos pero también deberes. Pero algunos, lo de los deberes nunca lo tuvieron claro. Para que vean si es importante el colegio y la educación. Hagamos buen uso de las palabras y haremos buen uso de las libertades, de todas, también la de expresión. No se puede llamar artesano de la paz a un condenado por 17 asesinatos, como no se puede llamar activista a un personaje que incita al odio cuando llamamos activista a Malala Yousafzai, a quien la ONU acaba de nombrar Mensajera de la paz. Abusar de las palabras es hacer un mal uso de ellas. El activismo es algo más serio, como lo es la libertad de expresión.
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