Alfonso Ussía
«Desestructurar»
Acudí días atrás a un restaurante de moda. A uno de esos restaurantes cuyo jefe de cocina es más genial que cocinero. A uno de esos establecimientos que tanto complacen a los miembros de la Academia de Gastronomía, a los cofrades de la Buena Mesa, y a los que creen en las «desestructuraciones» o simplemente, y con más sencillez, «destructuraciones» alimenticias. Entrecomillo las dos voces porque ninguna de ellas está admitida por la Real Academia Española. Estos genios que «desestructuran» una tortilla de patatas, también «desestructuran» nuestro idioma, en su afán de alcanzar el más alto nivel de la cursilería. Solicité una tortilla de patatas «desestructurada» y posteriormente estructurada de nuevo, y me pareció una auténtica chorrada. El amigo que me convidó a comer pagó por la birria una considerable suma de euros, alguno menos que por su plato elegido, que era una «desestructuración de salmón salvaje marinado sobre lecho de migajas de lechuga fresca». De haber elegido la «desestructuración del salmón salvaje marinado sobre lecho de migajas de lechuga podrida», le hubiera salido más agradable la factura, porque apenas probó bocado.
En la vida todo se construye. La «desestructuración» no es otra cosa que la destrucción. Una flor es consecuencia de una construcción de la naturaleza. La tortilla de patatas es una construcción de la gastronomía, y el amor es una construcción del ánimo. Destruir lo ya construído es una majadería. Sucede que una tortilla de patatas perfectamente cocinada por un gran profesional no alcanza el precio de la estafa que se precisa para mantener el negocio de la farsa culinaria. Hay que encarecer el plato, y para ello, hay que construir la tortilla, destruirla posteriormente, estructurarla a renglón seguido, servirla en un vaso en perjuicio del tradicional plato y valorarla a un precio digno de genio uniformado de negro, que es el color de los maestros de la nueva gastronomía. Un cocinero de blanco, con su gorro blanco, su camisa blanca y su delantal blanco no tiene acceso a la Nueva Cocinaa, que es viejísima por otra parte, porque ya llevan sus autores muchos años estafando a los ingenuos, los incautos y los despistados que se dejan influir por las diferentes «Guías» gastronómicas.
Lo que pretenden los separatistas catalanes es «desestructurar» su tortilla de patatas para que ésta deje de ser española. Su afán se centra y reúne exclusivamente en la destrucción de mil años de vivencia en común con el resto de las tortillas de patatas. Si la construcción es crecimiento, la destrucción es pobreza y ruina. «Desestructurar» el mapa, la economía, la convivencia, el Estado, y al final, España. Y todo para construir Cataluña, que ya está perfectamente construida. Pero los genios desean «desestructurarla», y va a suceder lo mismo que con las tortillas de patatas. Que el puré de patata les va a salir carísimo como consecuencia final de la estafa predominante y la mentira asumida.
Cataluña está estructurada y construida en Europa por ser una parte de España. Establecida en europa por formar parte de una nación europea. «Desestructurar» su «status» equivale a destruir su futuro, a perder la consistencia de la moneda común, a enfadar al más fiel de sus clientes, que es el resto de España, y a disfrutar con suicida satisfacción aldeana de un horizonte destruido en beneficio de un invento esencialmente paleto.
Quieren hacer con Cataluña lo que los geniales creadores de la «Cocina de Autor» con la tortilla de patatas. «Desestructurarla» para convertirla en un mero puré. Ahora falta saber quién pagará la factura de la «desestructuración» para seguir engañando a los compradores de la «Guía Michelin».
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