Elecciones Generales 2016

Desleales y barriobajeros

La Razón
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Desleales los ha habido durante toda la historia. Muchos nos acordamos de aquel episodio de la Roma Imperial, cuando Julio César dijo mientras lo apuñalaban: «Bruto, tú también hijo mío». Desde entonces, la historia ha estado plagada de traiciones y deslealtades. Las buenas, las que escriben los bandos vencedores. Las malas, horrendas más bien, las que retratan los bandos vencedores sobre los que no pueden escribir los bandos perdedores.

Así ha transcurrido la historia hasta nuestros días. La deslealtad está a la orden del día. En política no deja de ser una constante y en los ex presidentes un mal muy extendido. Aznar en el PP no ceja en segar la hierba a Rajoy poniéndole cuántas zancadillas se le ocurren. El común denominador se puede traducir en «qué bien lo hacía yo y qué mal lo haces tú». Sin más, otorgándose en primera persona la supremacía de la táctica y de la estrategia política, y cómo no, la supremacía intelectual.

Zapatero ha seguido esta misma línea, e incluso ha ido más allá. Ha estado parlamentando con Iglesias desde que Bono le montó una cenita en su casa. Desde entonces, como reveló Iglesias, ambos han mantenido diversas conversaciones. La complicidad de Zapatero con Iglesias le ha valido el otorgamiento del título de «mejor presidente de la democracia» al funesto ex secretario general del PSOE que ya no recuerda que, por su obra y gracia, el otrora orgulloso socialismo español se desangró con la pérdida de más de cuatro millones de votos. Su obra política favoreció la creación de un partido que creció al albur del 15-M, Podemos, como respuesta a las políticas de derechas de su supuesto gobierno de izquierdas.

El gesto de Iglesias suena a agradecimiento: «Yo no estaría aquí sino fuera por ti». Comentario aparte merece su confesión sobre conversaciones privadas. No suenan a un argumento político, sino más bien es la más nítida imagen de las hienas alrededor de su presa, una imagen de la política de más baja estofa y barriobajera que triunfa porque tiene un colaborador necesario, un ocioso señor Zapatero. Un ocio, que llena el ex presidente, conspirando contra Pedro Sánchez. Le apoyó hace dos años, pero Sánchez cometió un gran crimen: le negó el papel de «reina de la charca». Desde entonces, ZP ha sembrado de minas el camino del secretario general con la excusa de salvar el partido. El mismo partido que hundió sin miramientos a partir de mayo de 2010. ¡Qué difícil es saber retirarse con honor y cuan complicado es saber estar a la altura de las circunstancias! Es más fácil entregarse en cuerpo y alma a la exaltación del culto a la personalidad, a la de uno mismo, porque siempre se situarán a tu alrededor la cohorte habitual de aduladores que ejercerán de palmeros entusiastas. Vale esto para Zapatero, vale esto para Aznar.