Francisco Marhuenda
Diálogo y coherencia
Artur Mas no se habrá sorprendido con la carta que ha recibido de Mariano Rajoy. Es la lógica apelación al respeto del ordenamiento constitucional, al afecto que tantas veces ha demostrado por Cataluña y un llamamiento al diálogo. Cualquier otra expectativa hubiera sido impropia de un presidente del Gobierno. Mas busca la ruptura de España por medio de la celebración de la consulta independentista y sólo un irresponsable podría autorizar un proceso de esas características. Hay quien preferiría una respuesta desde la vísceras, que no haría otra cosa que favorecer a los independentistas, pero también hay los que creen que hay que escuchar a «la calle» y ceder. Esto significaría aceptar que Cataluña no es España e ignorar una mayoría silenciosa que sufre la presión ambiental y mediática de un nacionalismo secesionista que ha tomado el poder. Un gobernante responsable tiene que actuar como un estadista y no como una veleta.
El independentismo se sustenta tanto en falsedades históricas como en mentiras sobre la realidad actual. El rigor histórico desmonta uno tras otro los mitos fundacionales de la «teología» nacionalista y desenmascara a los historiadores que anteponen su partidismo a la verdad. La visión sobre la Cataluña medieval es una ficción, como lo es el mito occitano o el imperio mediterráneo; lo es su interpretación del Compromiso de Caspe, la realidad económica en la Baja Edad Media, el rechazo a la unión dinástica, la mitificación de la Generalitat durante los Austrias, la Guerra dels Segadors o el dislate final de 1714, cuando se mantuvo la rebelión contra Felipe V, el rey legítimo que había jurado los fueros y al que habían prometido lealtad las elites catalanas en 1701 en las Cortes catalanas. Es precisamente Felipe V, un rey rodeado de grandes reformistas, el que abrió un periodo muy fructífero para Cataluña que merecería una calle en todas las localidades. Las falsedades se suceden una tras otra desde que finalizaron las guerras carlistas y apareció el regionalismo catalán como heredero de ese carlismo que tuvo tanto arraigo en Cataluña. Rajoy ha dado una buena respuesta al envite de un débil Mas, que no sabe cómo salir del enredo y que está condicionado por ERC y el sector más radical de CiU. Es la línea que tiene que seguir el Gobierno de España para que se vuelva a la normalidad.
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