Lucas Haurie

Diego el precursor

La Razón
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Diego Valderas, alias Pelazo, pensaba jubilarse en algún pesebre de la administración pero se lo llevó el viento de la Historia. O, más bien, lo arrastró esa marea andaluza sobre la que pretenden surfear Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo en el amplio espacio que queda a la izquierda del poder conservador que gobierna la Junta desde hace cuatro decenios. O puede que cuatro siglos. El antiguo prócer comunista, es decir, no se conforma ya con habitar mansiones arrebatadas por el capital a trabajadores depauperados, sino que se acoge una canonjía autonómica: contra su voluntad y por pura vocación de servir al pueblo, aceptará unas docenas de miles de euros para desempeñar un cargo que reportará felicidad sin tasa a una multitud de paisanos. Muchos de sus antiguos colaboradores, posiblemente también aquel jefe de gabinete extravagante que rompió en concejal lenguaraz, marcharán con él a la órbita del PSOE. Primero como satélites y en segunda instancia, escuela Rosa Aguilar, integrados como una piedrecita más en el corpus geológico socialista. Resulta enternecedora la docilidad que procuran a estos revolucionarios de salón una Visa Gañote y un auto con chófer: al segundo canapé, se les ha olvidado la lucha de clases y esta lección deberían interiorizarla los actuales dirigentes de Unidos Podemos: no hay convicción ideológica que aguante a la tentación de «hacer políticas progresistas», mantra asaz persuasivo que la izquierda autoproclamada útil emplea para atraerse a los cuadros del adversario. Ahora les parecerá una locura, pero su destino es pacer en un par de consejerías de doña Susana (ojo, que eso son muchas hipotecas pagadas). En el mejor de los casos y si es que dan los números. Traidor rima con precursor, sí, pero significan cosas distintas.