Julián Redondo

Diferencias abismales

En el minuto 5 marcó Jesé el 0-1. Gol espléndido de esta joya canaria que no firma churros. En el 2 y en el 4, Raúl García y Costa. En el 1, Adriano. Getafe, Valladolid y Rayo, fulminados como si hubieran ido a jugar a Marte; derrotados nada más salir del vestuario por una atmósfera letal. Cuando ellos y un buen número de los equipos de Primera se enfrentan al Barça, al Madrid e incluso al Atlético sucede que visitan otro planeta. Y sería injusto que Ángel Torres destituyera a Luis García por este contratiempo; aunque lo que acerca al técnico al cadalso es una racha de nueve partidos sin oler el triunfo. Tampoco la situación de «JIM» es desahogada.

Dirigen estos entrenadores plantillas sin más objetivo que la permanencia. En el caso de Paco Jémez hay una peculiaridad que le distingue del resto de condenados. Con él, la temporada pasada el Rayo no entró en la Liga Europa por una mera cuestión concursal; Paco manejaba otros mimbres. En ésta, sin Piti (18 dianas), Baptistao (7), Delibasic (6) y Chori Domínguez (5), le han volado 36 goles. Y Casado y Javi Fuego... Demasiadas bajas incluso para un equipo habituado a la supervivencia. Pero Paco no renuncia a su credo y está dispuesto a morir, o a suicidarse, con él. Coincidió en el Camp Nou con el mejor Barça de la temporada, el más brillante y combinativo, el más compacto, que en bloque sube, ataca, baja y defiende. Jémez quiso discutirle el dominio del balón con copias del Mercado de la Seda: sus jugadores atacan, suben y, mientras lo hacen, aprietan el nudo en torno al cuello porque luego ni bajan ni marcan ni cubren. La solución ante el abismo es, en el mejor de los casos, un mantra: hacer de la necesidad virtud.