Ely del Valle

Difícil solución

El reparto del dinero entre las autonomías se está convirtiendo en un auténtico quebradero de cabeza que amenaza con dividir y enfrentar no sólo a los distintos territorios sino también a los propios partidos cuyos líderes autonómicos se ven atrapados entre la lealtad que les exige el sistema que nos hemos aplicado y lo que les reclaman quienes les votaron.

Y es que, para empezar, hay que reconocer que es difícil entender el principio de solidaridad en el que se supone que se debe basar la financiación de las comunidades, cuando la generosidad para con los demás supone un claro perjuicio para los propios, y sobre todo, cuando esa generosidad hay que aplicarla no solo con los que no pueden, que sería lo razonable, sino también con los son incapaces de gestionarse con sensatez.

Clama al cielo que comunidades como Madrid, que ha cumplido con sus obligaciones a base de mucho sacrificio y de meter la tijera a destajo, siga teniendo que recortar partidas esenciales mientras otras, como es el caso de Cataluña, gastan ingentes cantidades de dinero en veleidades nacionalistas con una mano, exigen un trato de favor con la otra y utilizan sin ningún pudor el viejo truco de mezclar economía con ideología para presentar el hecho de no recibirlo como una declaración de guerra a su identidad.

Mientras en España y en el bolsillo de los españoles el dinero fluía con generosidad, lo de la solidaridad se fue solventando sin demasiadas dificultades. Ahora, que de lo que se trata es de repartir la escasez, va a ser casi imposible que nadie se quede satisfecho, entre otras cosas porque, como afirmaba Aldous Huxley, la magnitud de las cantidades de dinero varían notablemente según hayan de ser pagadas o cobradas. La realidad es así de simple y así de complicada.