Toni Bolaño
Dimisión en diferido
José Blanco no está pasando por su mejor momento. El otrora todopoderoso ministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE está en la cuerda floja. La Fiscalía ha pedido su suplicatorio al congreso. La instrucción todavía no está acabada, en esto tiene razón el dirigente socialista, pero el suplicatorio apunta a que la imputación por el «caso Campeón» va en serio. A que acabará, sin remedio, con el ex ministro juzgado en el Supremo. Hoy Blanco tenía que haber presentado su dimisión. No haciéndolo ha desperdiciado una oportunidad de oro para defender su inocencia y para defender la honorabilidad de la política. Hoy, su dimisión hubiera entrado como un vendaval de aire fresco en un escenario político altamente contaminado. Pero no. Ha preferido dar largas. Dimitirá si se abre un juicio oral del que poca gente duda. Blanco ha eludido dar un paso a favor de la política. Se hubiera honrado él y hubiera honrado a una política embarrada hasta las orejas. Blanco ha eludido este camino y se ha refugiado, temporalmente, en otro. El que marca la doctrina Mas. No dimitir hasta que se inicie el juicio oral. El presidente catalán, asediado por múltiples casos de corrupción, se sacó de la manga esta fórmula que ahora adopta Blanco. Artur Mas la planteó con el claro objetivo de dar cobertura a la inminente, y más que probable, imputación del secretario general de la formación nacionalista, Oriol Pujol.La doctrina Mas, esta suerte de «dimisión en diferido», va a dar un balón de oxígeno a dos presuntos implicados de categoría. A Blanco, por el «caso Campeón», y a Pujol, por el «caso ITV», el pariente catalán de «Campeón». Lo que son las cosas.
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