Marina Castaño

Don Sarkozy sí tiene quien le escriba

La Razón
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Dice el decir popular que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, y nada hay más cierto: la experiencia nos lo demuestra. Sarkozy, que es un tipo que me encanta, se ha dedicado luego de abandonar la presidencia de la República Francesa (o más bien viceversa) a ese noble oficio que es el de escribir libros porque de repente te viene un editor y te dice «escriba usted, hombre, escriba, que nosotros ponemos la mano que mece la pluma» y, claro, vanitas vanitatis et omnia vanitas, a nadie le amarga un dulce tener protagonismo intelectual, pero, ¡ay!, esto de pintar una línea, y otra, y otra, no es como soplar y hacer botellas, así que por eso y para este tipo de no escritores se han inventado lo que han dado en llamar los «negros», sin que esto conlleve ninguna connotación racista. Los anglosajones, que se la cogen con papel de fumar –quizá porque tienen mucho que callar–, dicen «escritores fantasmas» porque lo de «black» o, lo que es peor, «neger» les suena muy fuerte y lo de «ghostwriter» queda hasta romántico, poético, no sé...

Hace ya tiempo, mucho tiempo, y mientras tuve que guardar cama por causas que no vienen a cuento, leí una novela de Philip Roth que me gustó extraordinariamente, y llevaba el título de «El escritor fantasma». Hasta creo que fue llevada al cine, no sé. En ella, Nathan, uno de los álter egos ficticios del escritor, aborda temas de identidad y de la responsabilidad que tienen los autores sobre sus personajes; es fascinante. CJC tenía también sus álter egos: Matilde Verdú, Catulino Jabalón Cenizo y algún otro. A mí me divertía mucho ver cómo ponía en movimiento a sus personajes en una ruleta hasta dejarles que se movieran solos, a ver por dónde querían ir. Porque, sí, los personajes adquieren vida propia y, a veces, es difícil incluso manejarlos, uno de los encantos de la creación literaria que nunca conocerá el que tiene un negro que le escribe. Pero me estoy estoy desviando de lo que en principio nos ocupaba. ¿Lo ven? La mente humana tiene vida propia y a menudo no obedece a los impulsos que le mandamos.

Sarko ha publicado una serie de libros exitosos en el país que gobernó, en Francia, porque en el resto de Europa no sé si han tenido suficiente alcance, pero las ventas superaban los cien mil ejemplares, lo que supone un dinerillo nada despreciable. Pasa siempre, los expresidentes luego de dejar el trono, se ponen a dar conferencias, a escribir libros y se forran. Hacen bien si se lo pagan, no está la vida para hacer ascos a unos ingresos tan fáciles, aunque he de decir que poco interés tienen los políticos actuales y las cosas que puedan contar, salvo excepciones. En estos momentos no hay profesión más desprestigiada.

Pero no sólo los políticos se ponen a hacer libros como el que hace churros, eso que han dado en llamar «celebrities», también y, claro, a una le entra una risa que se desloma; ahí la negritud de la autoría se ve a la legua. ¿Quién se va a creer que esas gentes que aparecen en programas inmundos puedan poner en una hoja de papel una palabra después de otra? Pues no se crean, ¡algunas hasta escriben en periódicos, manda huevos que diría don Federico! y otras escriben sus memorias o más bien desmemorias y también, las hay, lo hacen sobre belleza o elegancia.

Sí, los negros han existido siempre y a nadie se le mueve una ceja. CJ decía que hay que ser muy humilde para tolerar que alguien escriba por uno, pero no todos hacen esa reflexión. Ahora, mediante técnicas informáticas, creo, se puede saber la autoría de un texto porque «reconoce con facilidad el estilo propio de cada pluma», y en los publicados por el ex presidente de Francia se detectan diferentes estilos. ¡Vaya por Dios! De él se decía que era un «workaholic», un trabajador obsesivo, por tanto este descubrimiento de la no autoría de sus libros lo debe tener un poco aver-gonzado. Pero, tranquilo don Nicolás, no es usted el único, estoy convencida. Un político brillante no tiene por qué ser también escritor; tampoco se abrume y piense en vez aquello de que «el que esté libre de negros, que coma la primera yerba», ¿o no era así? Disfrute la vida con la Bruni, que tiene pinta de dulcísima, y escuche sus trovas que son como un bálsamo para el alma.