Pedro Narváez
¿Dónde están los españoles?
La campaña se ha convertido en un folletín por entregas. Cada día recibimos un informe en contra o a favor con los que tejer banderas de colores. Es de agradecer que aquellos que mantenían un silencio doliente para los demás hayan zarpado de la isla imaginaria hasta territorios más seguros, libres de bucaneros y piratas con estudios. Empresarios, banqueros, intelectuales, buróctratas de la Unión Europea, algunos perdidos en la traducción, entran ahora en un debate que debió zanjarse antes de que Cervantes aprendiera a escribir en catalán y los perros dejaran de ladrar bilingües. Han dejado embrollar mentiras y galimatías como lo de la nacionalidad que no llevan más que al puerto del desastre y la confusión. Lo que está en juego no es el pasaporte sino la propia España, la Nación que no debe preguntarse y tú de quién eres. En este rosario laico se echa a faltar la voz de los españoles, el común que mira absorto y no sale a vocear por los balcones soy español y no me arrepiento, como en una terapia de alcohólicos anónimos, a tanto ha llegado la apatía por el asunto catalán, o las ganas incluso de que la pesadilla acabe, se independice Mas y les dejen en paz. La Nación no es un puzzle que pudiera armarse al antojo de una ideología. La componemos ciudadanos libres amparados por ella. Eso lo mamamos los de Cádiz desde que nuestras madres rompen aguas constitucionalistas Resulta que el síndrome Trueba no es una «boutade» ingeniosa sino el síntoma de nuestra vergüenza. El bando rompedor ha rehecho el país con su propaganda lanzada desde su zona de confort. Millones de personas creen lo que es falso mientras que el resto se agazapa en la victoria del deporte para expresar su orgullo en lo bueno, nunca en lo malo o en lo regular que es vivir cada día. Cree que algo habrá hecho para merecer que le amedranten. Que sea noticia que unos compatriotas juren bandera, hasta para mí que no he hecho la mili, es que el virus de la leyenda negra contemporánea se expande. España, que un día fue ejemplo de lo que queríamos ser de mayores, hoy es sospechosa de robar gallinas. Grecia vuelve a votar a Tsipras, el flautista de Hamelin, porque les une la patria frente a los agresores, y Gran Bretaña confió en Cameron cabeza de cerdo para que no derribaran los muros de los siglos y su juego de tronos. España no es una cadena sino una liberación aunque para los niños de la ESO acaba en su comunidad autónoma erigida ahora en la nación verdadera, más grande cuanto más cerca del terruño. Sólo hay que ver no ya TV3 sino Canal Sur para comprobarlo. Diríase que los españoles nos hemos ido de vacaciones para ver desde la nube cómo arde la tierra sin que nos queme.
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