Marta Robles

Dormir, soñar ¿y descansar?

Si antes se daba por hecho que durmiendo desaparecería el cansancio, ahora se sabe que todo depende de la calidad del sueño. Las abuelas solían decir que no hay que llevarse las preocupaciones a la cama y tal vez ahora somos incapaces de dejarlas fuera de las sábanas, igual que no conseguimos liberarnos del estrés ni cuando apagamos la luz. Todo esto hace que cada vez durmamos menos y peor. Y por si eso fuera poco, que lo hagamos pendientes de un teléfono móvil que nunca desconectamos o de los pilotos rojos de los infinitos aparatos tecnológicos que conviven con nosotros. Hasta las máquinas necesitan ser reseteadas y los seres humanos, pese a que algunas veces lo parezcamos, no somos máquinas. Por eso, aunque presumamos de dormir cada vez menos horas o nos engañemos pensando que recuperaremos el sueño el fin de semana, el cansancio se nos va acumulando incluso en el carácter, hasta convertirse en nuestro único dueño. Cuando ya la desesperación del mal dormir no se subsana con las ocho horas obligadas y el cansancio acaba llamando al insomnio es muy frecuente el recurso del ansiolítico. Desconectar de la realidad en pocos minutos a través de la química parece una maravilla....Puro espejismo ese sueño inducido. Es un sueño falso que agota aún más al levantarse y que se va volviendo adictivo. ¿La solución? Según la tradición, acostarse sin remordimientos y en paz...Pero como eso no siempre es posible, aunque no hayamos cometido ningún crimen, nada como cumplir los horarios, establecer rutinas, llegar a la cama con el estómago casi vacío y dejar de intentar ser perfectos y de pensar que, sin nosotros, el mundo dejará de girar.