Julián García Candau
Dos dependencias
Una de las supuestas grandes virtudes que definen el fútbol es el juego colectivo, la solidaridad y conjunción entre los once del equipo. Esto comienza a ser verdad a medias. Sobre todo porque en el Barcelona y el Madrid nunca como ahora han vivido tan supeditados a la buena forma de sus estrellas. Ni siquiera en los tiempos de Di Stéfano y Kubala, con ser ambos tan extraordinarios, los brillantes resultados dependían de su inspiración. Ahora, los dos grandes del fútbol español, y por ahora europeos y mundiales, están condicionados por las actuaciones de Messi y Cristiano. En ambos equipos solamente se puede contar como piezas fundamentales a los porteros, Casillas y Valdés. Nadie puede dudar de la calidad de Iniesta y la gran dirección de Xavi. Tampoco en Madrid se puede poner en cuestión a Özil y Xabi. Sin embargo, todos son grandes acompañantes, excelsos, pero no absolutamente decisivos.
El Madrid rozó el ridículo en Estambul y se salvó con dos goles del portugués. El Barça estuvo al borde de la eliminación frente al PSG y fue la salvación recurrir al argentino, pese a los problemas físicos que, aparentemente, no había superado del todo. Bastó verle en el campo para que los adversarios tuvieran cierta congoja y sus compañeros recuperaran fortaleza de ánimo y hasta fuerza física. Está constatado en ambos clubes que en momentos de duda no hay rotaciones que valgan. Tienen que jugar los dos.
Posdata. Atención, pregunta: La UEFA prefiere en la final uno y uno o dos alemanes de país sin crisis económica.
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