Martín Prieto

Dos tazas de caldo para el PSOE

Durante la II República el PSOE era vasco y castellano, intelectual y proletario; en democracia el Partido se hizo andaluz y rural. Era inevitable que los sevillanos Felipe González y Alfonso Guerra vieran en la comunidad más poblada un silo de votos cautivos por el clientelismo, el subsidio, el nepotismo, el amiguismo, el cafelito, y, por añadidura la «Expo» y el primer AVE. El desarrollo de Andalucía, ariete del desempleo en Europa, quedó en arabesco lateral. Las peonadas son la caridad interesada que hace responder a los niños que sus padres trabajan en el paro. Las Andalucías oriental y occidental, originariamente tan distintas, se han unificado superficialmente en un folklorismo socialista que los hermanos Álvarez Quintero hubieran querido para sí. Blas Infante, doblemente enterrado por el PSOE, los hubiera vomitado de su boca. Tras 120 imputaciones por la organización criminal de los ERE, la juez Alaya ha rozado a Chávez y Griñán, presidentes de la Junta y del partido, con tal garantismo jurídico que algunos legos no entienden su auto, y los más asilvestrados prosiguen su crucifixición alegando que ésta es una persecución mediática; y la del australiano Assange y sus socios, y la del Teniente Calley por la matanza de civiles en My Lay durante la guerra de Indochina. Fue mediático el asesinato de Dillinger y la condena por fraude fiscal de Al Capone. El nuevo consejero andaluz de Justicia eleva la apuesta intelectual sosteniendo que el Gobierno regional es más importante que cualquier juez, algo así como arrojar al Guadalquivir el Código Penal. Recuerda a Hermann Goering cuando afirmó que cuando escuchaba la palabra cultura sacaba su revólver. Que en Andalucía haya anidado la mayor corrupción organizada de España era inevitable. ¿Qué habría ocurrido si Felipe González hubiera gobernado ininterrumpidamente desde 1983 con perspectivas de seguir rigiendo por lo que queda de siglo? Andalucía es la única autonomía sin alternancia política, es un régimen unidimensional, y tan estrafalario que allí se hacen fortunas sobre los lomos de los pobres. Ni en Sicilia lo han hecho tan bien.