Ely del Valle

Dudas razonables

La Razón
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Una vez que Vistalegre se ha decantado por Pablo, la incógnita está en saber qué va a ser de Íñigo, que seguirá teniendo un ascendente importante en una parte, nada desdeñable, del nuevo Consejo Ciudadano, pero cuyo papel institucional pende de un hilo, sobre todo si nos atenemos a ese interés del reelegido líder por «feminizar» las portavocías. O mucho me equivoco o el mensaje suena a premio para Irene Montero.

A partir de ahora Pablo y su entorno se refuerzan e Íñigo pierde pie conviertiéndose en la última víctima de una formación que hizo santo y seña de la unidad férrea pero cuyos fundadores han ido cayendo como los negritos de Agatha Christie. La duda está en si, cuando llegue el momento, dará un paso atrás o lo hará hacia un costado en aras de una pluralidad interna muy difícil de sostener.

Queda también por comprobar si Monedero seguirá limitándose al papel de espíritu inspirador (o instigador, dependiendo del caso) y si Garzón, que es uno de los que el domingo volvió a poner los botellines de cerveza a enfriar, recuperará algo del protagonismo que perdió cuando vendió el plato de lentejas de IU por una primogenitura de la que nunca más se ha vuelto a saber. Lo que nadie cuestiona es el suspiro de alivio que recorre Ferraz, donde se temía que una victoria de Errejón se comiera un espacio vital para la recuperación del PSOE. Con Pablo, Podemos sigue echado al monte, el que aspira entre sus prioridades la de controlar el CNI. En definitiva, el que menos votos les puede quitar, y eso, tal y como están las cosas, convierte Vistalegre II, le guste o no a Pablo «el humilde», en una victoria para el socialismo.