Julián Redondo

Eclipse total

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En 1999, unos vecinos turolenses fundaron la plataforma «Teruel existe». Ni el importante patrimonio de arte mudéjar de la capital de provincia menos poblada de España, ni la fuente del Torico, ni los Amantes resultaban atractivos suficientes para combatir la precariedad de las comunicaciones por carretera y ferrocarril, freno turístico. Era como la urbe invisible de unos ciudadanos inexistentes. Reaccionaron y recuperaron su lugar en el mapa. Costó, como cuesta en el fútbol español abstraerse de la grosera influencia del Madrid y del Barça, que eclipsan al resto. Es como si no hubiera otro acontecimiento que un clásico que se prolonga durante los 365 días del año. Hay incluso programas dedicados exclusivamente a los pormayores, pormenores y mediopensionistas de ambos equipos. El espacio informativo que ocupa el Espanyol en la Ciudad Condal es tan insignificante como el del Atlético en la capital. En Madrid, hasta la tinta es blanca y la goleada de Riazor, remedio capaz de resucitar el espíritu del «Minuto 93», anestesiado tras dos derrotas en Liga. Los golazos de Cristiano, James, Chicharito y Bale aplazan cualquier debate hasta el próximo traspié. El 2-8 es tan gráfico que se explica por sí solo. Y así, con el recuerdo del balón limpiando de telarañas las escuadras del Deportivo, la asamblea madridista fue una balsa de aceite; un examen que el presidente sacó adelante con matrícula. Porque una cosa es el pasivo, aunque sean 600 millones, y otra, la deuda neta, que son 72. Es tal la capacidad del Madrid para generar recursos que el fenómeno se estudia en Harvard. Y «Forbes» destaca la amplitud operativa y la riqueza del club. Y si lo dice «Forbes», casi huelga que lo diga Florentino, pero lo recuerda, y no encuentra entre la masa de compromisarios apenas tres votos contrarios entre un millar. En fútbol, no hay mejor bálsamo que los buenos resultados y los goles, y si caen de ocho en ocho, Teruel no encontraría mejor promoción que la camiseta del Madrid, un vehículo de propulsión más contundente que el mudéjar.