Restringido

Ecologismo con carbón

La Razón
La RazónLa Razón

Una de las sorpresas que aparecen recurrentemente en los programas y acuerdos políticos es la falta de coherencia en materia energética.

Muchos enarbolan la bandera del ecologismo y el desarrollo de las energías renovables. Algo muy encomiable, si no fuera porque casi nadie aboga por el cierre de la fuente de energía más contaminante y sucia de todas, el carbón.

Es curioso que se prometa eliminar las centrales nucleares, que producen energía barata y con el menor número de emisiones, en un país que no ha tenido accidentes en décadas y donde se opera con seguridad y protocolos extremadamente exigentes. Es muy negativo para el consumidor, para el empleo y para la actividad económica llevar a cabo una transición sin tener la seguridad de que no le va a costar a familias y empresas más en una factura que se ha disparado en el periodo 2004-2010. Y es más curioso aún que se lancen a defender cumplir los objetivos de emisiones de la Unión Europea sosteniendo y primando al carbón.

Ir contra la energía nuclear y a favor del carbón no tiene nada de lógico, muy poco de ecológico y todo de ideológico. Sobre todo, cuando tenemos en Francia el ejemplo del país con más de cincuenta reactores nucleares operando con total seguridad.

Adicionalmente, nadie habla del coste. El ciudadano ya paga en su factura más del 65% del total en subvenciones y primas, impuestos y costes regulados. Sustituir hoy la energía nuclear –de base y con coste más bajo que la media– por renovables supondría un extra coste para los consumidores. Entre un 30 y un 40% de subida. El coste de las nuevas redes para atender a un sistema con menos producción permanente y más volátil, añadido al coste superior de la producción, nos llevaría al efecto perverso de pagar más por la electricidad y no conseguir una reducción efectiva de las emisiones de CO2, ya que el mercado se cubriría con gas y carbón en periodos de consumo alto y menor utilización solar y eólica. El carbón nacional no debe ser demonizado, al igual que las renovables, la energía nuclear o el gas natural, por cuestiones ideológicas. Si queremos una transición a un modelo respetuoso con el medioambiente y que no hunda la competitividad, debemos combinar objetivos medioambientales y competencia. Sin gas natural y nuclear, la descarbonización hoy es imposible. Y ni reducimos emisiones ni creamos empleo.