Alfonso Ussía
Edición
En breve visitará LA RAZÓN el Director de la Real Academia Española. Los hay que siguen refiriéndose a ella como Real Academia de la Lengua, que es una Real Academia imaginada, porque no existe. Lo que sí existe es el Diccionario de la Lengua Española que edita la Real Academia Española. Tres siglos de vida. Y veintitrés ediciones del Diccionario. De esas veintitrés ediciones en mi biblioteca se juntan once diferentes. Soy raro y me entretiene leer el Diccionario. Mi aportación a la lengua española es modestísima y se fraguó con la ayuda de mi querido Antonio Mingote, que fue un académico brillante, constante y dedicado. Estaba con la vigésima segunda edición -2001-, cuando alcancé el turno de «Malvasía». Y leí: «(De Malvasía, forma romance de Monembasía, ciudad del Peloponeso) Uva muy dulce y fragante producida por una variedad de vid procedente de los alrededores de la ciudad que le dio el nombre. 2/ Vino que se hace de esta uva». Y nada más. Durante uno de nuestros semanales almuerzos se lo indiqué: -Antonio, tienes el deber de reivindicar al pato malvasía, un pato que sólo se puede hallar en los humedales del sur de Italia, España y Portugal. Y precisamente, el mayor número de ejemplares vive en España. Es un pato chocante, con la cabeza blanca y el pico azul. El «Oxyura leucocéphala». Antonio fue diligente y consiguió que la propuesta fuera aprobada. Y en la vigésima tercera edición, la del tricentenario, la Real Academia Española reconoce al fin, después de trescientos años, que en España hay un pato que se llama malvasía. Me regaló un precioso dibujo. Sobre la cubierta del Diccionario, un pato malvasía me agradecía la gestión: «¡Gracias, don Alfonso, por haber patrocinado mi instalación en este libro tan gordo!». Y en la parte superior del folio de la Real Academia Española, la ficha aprobada: «Malvasía. Adición de acepción. 3/ Pato malvasía. Ave palmípeda del orden Anseriformes, de hasta 45 cm de longitud y aspecto rechoncho, con el dorso rojizo, la cabeza blanca y negra, el pico hinchado y azul y la cola larga y a menudo levantada. Vive en charcas y marismas de Europa, Asia Central, Norte de África y algunas regiones de Sudamérica. La especie española (Oxyura leucocephala) es endémica de la Península Ibérica y se encuentra en peligro de extinción».
Mi única aportación al idioma. Reparar el olvido de un pato durante tres siglos perversamente silenciado.
La edición del tricentenario tiene esa ventaja sobre las veintidós anteriores. Que nuestro pato aparece con intención de quedarse para siempre. Pero se trata de una edición que rompe la armonía y la elegancia de sus antecesoras. El editor, Espasa, en lugar de imprimir y encuadernar una edición de tronío en honor a los trescientos años de vida de la Real Academia Española, ha quebrado la tradición editando un Diccionario de la Lengua Española rotundamente hortera. Cuando el contenido y el continente se compenetran desde la primera edición del Diccionario de Autoridades de 1780, cualquier cambio es una agresión. Es como abrir un armario y encontrar perfectamente colgados de sus perchas veintidós fracs seguidos y culminados por una última percha con una camiseta sin mangas con la efigie del Ché Guevara y unos pantalones piratas de peculiar asomo a la asquerosidad. No es responsable don Darío Villanueva, que no era el Director cuando apareció la edición del tricentenario, pero creo que a los académicos les ha faltado un poco de carácter para poner las cosas en su sitio. Lo que está bien y ha estado bien durante trescientos años, no se toca.
Es lo que nos falla en España. El respeto por la estética de la tradición. El imperante mal gusto. El comprador de una nueva casa no pregunta al vendedor dónde se puede ubicar la biblioteca. Pregunta por el mueble-bar. Y así estamos.
El que firma este texto, y un alto porcentaje de los actuales académicos no estaremos sobre la tierra, este conflictivo planeta, cuando se edite la vigésima cuarta edición del Diccionario de la Lengua Española, ese idioma prodigioso que hablan quinientos millones de habitantes del mundo. De ahí que aproveche la visita del señor Director para rogarle que deje claramente ordenado que los próximos diccionarios mantengan la estética de siempre. El del tricentenario es una gran obra en cuanto a su contenido y una horterada en lo que respecta al continente. Y que no me quiten el pato, que es mi única aportación gracias a la mediación de Antonio Mingote.
Un día más sin escribir de política. De nada.
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