Julián Redondo
Efectos secundarios
Jornada de cábalas, de posibilidades, de resultados razonables o inverosímiles. Domingo de fútbol con efectos secundarios. Si el Atlético gana al Betis y el Barcelona, al Madrid, Simeone no disfrutará del liderato porque con la cantinela del «partido a partido» aguardará a los últimos cinco encuentros para declarar en ese preciso momento que si en el horizonte divisa el título de Liga, lo alcanzará ¡partido a partido! Si la desesperación bética, sazonada con el cansancio infrahumano que originó el dramático derbi, obra un milagro y el Atleti cede puntos, asumirá que así como perdió el tren de la Copa también se apeará de éste para dedicar todas sus oraciones y todos sus esfuerzos a continuar el viaje en el de la «Champions». En este último supuesto, todas las papeletas se venderán en el Bernabéu. Para el clásico, el pronóstico es incierto. Las señales que ha emitido el Madrid hasta la fecha son inconfundibles: va a por todas. ¿Y el Barcelona? No ha renunciado a nada. Ancelotti ha encontrado un sistema, el 4-3-3; un estilo, con una defensa segura, un centro del campo estable, una delantera atómica y un fútbol directo sin renunciar a la elaboración, el «tiquiboom», y un equipo que se recita de memoria. Si hubo crisis, dejó que se pudriera y cruzó el Nilo con Diego López y Di María de la mano. Los marcadores disolvieron los problemas.
En cuanto al Barça, sólo está cuatro puntos por detrás del Madrid, contra quien jugará la final de Copa; frente al Atlético, los cuartos de la Liga de Campeones, y hoy se presenta más convencido de sus posibilidades tras golear a Osasuna, con la debida cautela y la «fórmula Neymar» aún en el alambique. ¿Pronóstico? Reservado.
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