Martín Prieto
Egoísmo final de gerifaltes
El presidente Mitterand tuvo un óbito tan falso como su biografía muñida a engaños. Tras sus honras fúnebres los franceses descubrieron su peligrosa orfandad cuando el jefe socialista que había colaborado con el Régimen de Vichy pasaba semanas presidenciales desmayado por los psicofármacos en su piso de París para hurtarse a la curiosidad de los fámulos del Elyseo arrastrando durante meses dos cosas: su enfermedad terminal y el maletín de respuesta nuclear. Formalmente habrá que calificar de demócrata al extinto Hugo Chávez aunque si apellidas a la vieja democracia (bolivariana) denotas tu intención de arrojarla, como hizo el paracaidista venezolano amoldando el Estado a sus medidas como un traje. Su muerte ha sido extravagante, patética, esperpéntica y especialmente egoísta. Conocía el caudillo desde el diagnóstico que tendría una sobrevida de alrededor año y medio, con viento en las velas, pero a pesar de esto se presentó a unas nuevas elecciones con gran irresponsabilidad y desprecio por el pueblo que decía tanto amar. Es inverosímil que todos los médicos, incluidos los cubanos, no informaran de su condición pero prefirió el puente aéreo Caracas-La Habana y un secretismo tan espeso que ningún doctor haya dado un parte médico alguno. El vicepresidente Nicolás Maduro, el autobusero que más multas acumulaba en su empresa por lo que se hizo sindicalista, ha llorado como Arias Navarro con la muerte de Franco, pero previamente ha acusado a EEUU de inocular el cáncer al comandante para nimbar al cadáver de martirio. Si el comandante presidente hubiera estado imbuido de ese egoísmo enfermizo, purulencia de la egolatría, habría dado un paso al costado ante su última y reciente elección que no ha podido jurar ni «in articulo mortis» y se hubiera dado a organizar la mejor sucesión en su movimiento. Como a Mitterand, su agonía y muerte lo retratan como jefe político y hombre. Ha fallecido entre errores periodísticos, fotos trucadas, propaganda, silencio delincuencial, mentiras, bufa y mefa para la pobre Venezuela. Sólo Simón Bolívar murió en forma tan zarrapastrosa.
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