Alfonso Merlos
Ejemplaridad y regeneración
Justicia y sólo justicia. Ni saña ni linchamiento. Porque ésta es la piedra angular de un Estado de Derecho. Y si toca cárcel, cárcel. No tiene sentido preguntarse por qué hasta ahora un presunto gran delincuente como Díaz Ferrán permanecía en prisión desde Navidad, y Bárcenas campaba por sus respetos cultivando sus aficiones, entregándose a sus elitistas y hasta excéntricas formas de ocio.
Es probable que llegue tarde. Pero es el juez el que tiene un campo de visión completo, una pintura comprehensiva de todo lo perpetrado, de las pruebas susceptibles de ser destruidas o alteradas por el malhechor; y como regla hay que confiar en el criterio y los tiempos que manejan quienes tienen como misión, nada más pero nada menos, que la aplicación de la ley.
Estamos aquí, sin embargo, ante un caso de corrupción que puede y debe marcar un antes y un después. Primero, porque no se puede tolerar que quienes controlan la caja de los partidos políticos los parasiten hasta la extenuación, sin límite de ninguna índole, explotando la codicia en su más rastrera y pornográfica expresión. Segundo, porque los ciudadanos deben ver, a las claras, cómo aquellos que de forma sistemática se han entregado al robo y al fraude lo pagan con creces: y toda la contundencia es poca en un escándalo ya de magnitud olímpica.
La regeneración de la vida pública en España y la salida de la crisis no pasa por ajustar cuentas con los golfos que se lo han llevado crudo mientras el grueso de nuestros compatriotas sudaba la gota gorda para pagar la factura de la luz y el agua, para comer y vestirse. Pero, tirando por elevación, una pena proporcional y durísima para Luis Bárcenas ayudaría extraordinariamente a limpiar la chusma de cuello blanco sin cuyas fechorías no se entiende que este país haya estado hasta hace cuatro días en el hoyo. ¿O no?
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