José María Marco
El 15-M y la izquierda
En los días en los que los «indignados» del 15-M ocuparon la Puerta del Sol se pudo ver (soy testigo de la escena) a algún grupo de gente escuchando a un hombre joven, tal vez un líder del movimiento, explicar cómo los poderosos controlan a los seres humanos, nos controlan desde el espacio. Cuando acabó la charla, recibió uno de esos aplausos silenciosos con las manos en alto, legado de la guardería y marca de la indignación.
Algunos de los participantes debieron de esforzarse por reflejar problemas reales de los allí presentes o del conjunto de la sociedad española. Aun así, el formato de la propuesta, muchos de los protagonistas y buena parte de lo que allí se expuso condenaban al movimiento a la marginalidad. Así se ha podido comprobar en las poco concurridas concentraciones de este fin de semana, al celebrarse el aniversario de las jornadas gloriosas de hace dos años. Parecen por lo menos veinte, de tanto como han cambiado las cosas. El movimiento tampoco ha sabido crear una propuesta populista capaz de influir con eficacia en la vida pública.
A pesar de todo, el 15-M refleja algunas cuestiones importantes. En primer lugar, ha quedado claro lo que estaba insinuado desde el principio, y es que detrás de la protesta contra la política y el sistema, está antes que nada la imposibilidad física de tolerar un Gobierno del Partido Popular. No es aconsejable que los socialistas aparezcan por esta clase de eventos, pero pueden tener la seguridad de que es «la derecha» –dicho sea con la visceralidad propia del progresismo español– la que concentra la rabia, al parecer cada día más intensa, del 15-M.
Esto resulta sintomático de otra cuestión, más relevante. Y es que el 15-M o la «indignación» representan la quintaesencia del pensamiento, mejor dicho del relato de la izquierda en la actualidad. Casi 25 años después de la caída del Muro de Berlín, la izquierda todavía no ha conseguido digerir lo que significó aquello. Tampoco la socialdemocracia ha logrado recomponer una propuesta creíble ante una realidad política y cultural en la que, a pesar de la cultura oficial, de la gigantesca máquina de la enseñanza, de los intelectuales y de muchos medios de comunicación, a pesar incluso de Francia y la Institución Libre de Enseñanza, el socialismo está acabado, sin la menor posibilidad de volver a la vida. Así que el 15-M parece resumir, hoy por hoy, la quintaesencia de aquello en lo que se ha convertido la izquierda, y no sólo la española.
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