Julián Redondo
El 4 se reivindica
Supercampeón Ancelotti no especula, alinea a los mejores; San Lorenzo no se amilana, que para eso tiene un nombre y un prestigio que defender. Es el campeón de América –cómo serán los que no llegaron– y Bauza tiene un plan, que no ha ocultado ni cuando conviene marear la perdiz para que el rival ni siquiera adivine tus intenciones: ensuciar la cancha. Vaya si lo hizo. Utiliza tan poco el balón que Casillas interviene por primera vez en el minuto 41. La pelota fue a sus manos. El contragolpe argentino es insulso e impreciso. Y el ataque, invisible. Su estrategia consiste en que el Madrid no avance; corta el juego en cualquier zona del campo y defiende con nueve o diez más el portero.
El colegiado guatemalteco, Walter López, transpira desde el minuto diez. Suda más que cualquiera de los contendientes. El partido le viene grande. Cuando se decide a echar mano de las tarjetas, los suramericanos ya han señalado el camino: patada y punto. Para tener un nombre de santo, para ser el equipo del Papa, el San Lorenzo ha declarado la guerra antes de empezar: juego subterráneo. Luego, táctica de superficie. Sacude Cauteruccio, el delantero centro, como si fuera uno de los centrales. El Madrid recurre a Isco, le cuesta salir con el esférico controlado; es difícil organizar una jugada; todos están vigilados; Cristiano Ronaldo, más.
Ancelotti observa cómo a su equipo el partido se le hace bola, no lo traga; se siente incómodo; hasta que Sergio Ramos, el 4, aparición del 93, sentencia en el 37 y, como Raúl, señala a su espalda con sus pulgares. Se reivindica; negocia al alza. Con letrero de neón y gigantesco termina la película cuando el portero argentino se zampa el 2-0 de Bale.
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