Cristina López Schlichting

El ada antipática

El ada antipática
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El movimiento antidesahucios ha contado desde el principio con toda mi simpatía. Hace cinco, ocho, diez años, una familia formada por un albañil y una cajera podía suscribir una hipoteca a 40 años y comprarse un piso con mensualidades más bajas que un alquiler. Ahora, con los dos cónyuges en paro, la familia con tres hijos se va a la calle y el banco cierra una casa que ni puede alquilar ni vender ¿Qué sentido tiene esto? ¿Por qué dejar vacía una vivienda por la que se puede pagar un alquiler social? Los obispos fueron los primeros en subrayar desde las instituciones el sinsentido, la injusticia y el grave problema para tantas familias españolas. Un año después, los de la Plataforma Antidesahucios abuchean y amedrentan a los diputados elegidos por todos, a las puertas de sus hogares, con los niños dentro. Lo que ha pasado es sencillo de resumir. Con una crisis económica brutal, el PP desbordado y el PSOE destrozado, los sectores de la izquierda radical aspiran a llegar al Parlamento a través de la calle. Por eso Cayo Lara asiste a los acosos llamados «escraches». La plataforma que encabeza Ada Colau, que conmueve, suscita solidaridad y reparte consignas de cambio político, se ha convertido en un fabuloso ariete contra el Gobierno. Por eso baraja sumarse a las manifestaciones contra la reforma educativa o sanitaria, que nada tienen que ver con las viviendas. Y por eso sus dirigentes falsean las cifras. Hablan de 180.000 desahucios en 2012, cuando el Colegio de Registradores ha cifrado los desalojos de primera vivienda en el año pasado en 30.034 (que ya está bien). Colau sabe perfectamente que hincha los números incluyendo no sólo segundas y terceras viviendas, sino garajes, trasteros, locales, naves y oficinas. Por otra parte, agita la bandera de la famosa «dación en pago» para acusar «al sistema», cuando resulta que muchas de las ejecuciones hipotecarias ya se resolvieron mediante este mecanismo. Catorce mil doscientos veintinueve expedientes culminaron con la entrega del piso al banco. Uno de cada tres casos en 2012. Que hay mucha intención ideológica en los «escraches» se demuestra por ejemplo cuando los abertzales se suman a ellos en el País Vasco. O cuando la Junta de Andalucía, a la cabeza en desahucios en España con 7.258 en 2012, legisla expropiaciones «temporales». Lo cierto es que, en apenas unos meses, esta gente se las ha arreglado para convertir un problema grave de todos en motivo de división, enfrentamiento callejero y antipatía. Menuda ada.