Alfonso Ussía

El árbol podrido

La izquierda en España es antiespañola. La Derecha en España es cobarde y acomplejada. Hoy no puede defenderse, pero todo viene de la inseguridad de los conversos, y Adolfo Suárez, con la mejor voluntad del mundo, principió a permitir el pudrimiento del gran árbol que hoy sólo ofrece frutos putrefactos. En España, no se respeta una Constitución votada abrumadoramente por los españoles ni se obliga a cumplir las leyes como en todo Estado de Derecho. Somos todos los españoles los sujetos constituyentes, no sólo los violadores de nuestra unidad. Por leer un artículo de la Constitución un gran general fue arrestado y destituido por golpista. Rajoy es el Presidente del Gobierno con el apoyo de una mayoría absoluta de los votantes. No votamos a Rajoy para que permitiera el constante insulto a nuestros símbolos e instituciones. No votamos a Rajoy para que liberara a terroristas sanguinarios. No votamos a Rajoy para que nos subiera los impuestos. No votamos a Rajoy para que permitiera la chulería independentista catalana. No votamos a Rajoy para que negociara con el cónsul en Cataluña dineros y ventajas a espaldas del Parlamento. No votamos a Rajoy para que permanezca callado ante una agresión violenta contra España como la que se produjo el pasado 11 de septiembre en Cataluña. Cuatrocientos mil catalanes independentistas no pueden callar a seis millones de catalanes que no lo son. Pero las imágenes difundidas al mundo son elocuentes. Y no se han compensado con una imagen de firmeza de nuestro Gobierno, acomplejado, desnortado, asustado, y aparentemente vencido. No se trata de dar un golpe en la mesa. No se trata de precipitarse en la adopción de medidas perfectamente legales que puedan interpretarse como coactivas. Coacción, la de los que dicen amar a una supuesta e imaginaria nación sustentados por el odio y el desprecio hacia el resto de los españoles. Se trata de hacer cumplir las leyes sin complejo alguno, porque las leyes están escritas. Se trata de cumplir y hacer cumplir con la Constitución, que está al alcance de todos y cuya lectura es tan sencilla como recomendable. En Cataluña se han inventado muchas cosas, y los inventos y las mentiras son hoy, para los jóvenes y niños catalanes, magistrales lecciones de Historia. Que hubo una guerra de Secesión, cuando no fue otra cosa que una guerra de Sucesión. Los catalanes que apoyaron a Felipe V eran tan españoles como los que se decantaron por el Archiduque Carlos. Rafael Casanova fue un patriota español, cuando serlo no estaba mal visto. La Bandera de España no se la inventó Franco. Aprovechando la brillantez de los colores de la Señera del reino de Aragón, Carlos III creó la Bandera de su Armada, que posteriormente pasó a ser la de los todos los españoles. Cataluña jamás ha sido una nación independiente. Cataluña no es Escocia, ni Irlanda. El idioma catalán, siempre moderno y actualizado, fue estúpida y muy moderadamente rechazado por el franquismo, pero la clase media catalana nunca dejó de hablarlo. Cataluña no es sólo la perfecta organización pagada por el Estado a destruir que reúne a quinientos mil independentistas. Cataluña es también la callada, la silenciosa, la que no se manifiesta y la que desea ser libre sin amenazas ni coacciones. Una Cataluña mucho más numerosa que la tribal de las estrelladas. Para ello es fundamental que los gobernantes defiendan a sus gobernados pacíficos en perjuicio de los chantajistas y los mentirosos.

Con esta izquierda vamos al abismo. Con los nacionalismos independentistas al caos. Con la Derecha al ridículo. No hemos votado a Rajoy para que su volumen de la Constitución duerma cerrado sobre la mesa de su despacho.