Alfonso Merlos

El arquitecto del mal

La Razón
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Es una pésima noticia para la lucha contra el terrorismo porque significa que a la cabeza del Daesh se sitúa nada menos que el padre de la yihad moderna: un tótem, un icono, un precursor, un cráneo privilegiado al servicio del asesinato a gran escala, un gigante de la inspiración de los más atroces atentados de destrucción masiva. Mustafá Setmarian Nasar es probablemente el único terrorista que, en la vieja Al Qaeda, ha ostentado una reputación en las capas más altas del movimiento salafista equiparable a la de Bin Laden. Eso explica casi todo de un arquitecto del mal que está en el origen de las dos formas más diabólicas y actuales de catarsis del islam militante.

La primera, la evolución de estructuras jerárquicas a reticulares en este tipo de organizaciones criminales. La segunda, la implantación del concepto de «yihad individual»: cada musulmán (para ganarse la gloria), allá donde esté, con las fuerzas y medios de los que disponga, a la menor ocasión que atisbe, está en la obligación sagrada de arruinar la vida de cruzados, judíos, apóstatas y ateos, sin necesidad de unirse a ningún grupo. En efecto, se trata del «profesor» más respetado por los modernos soldados de Alá, el más influyente, aquel cuyas tesis y vaticinios ilustran por qué -de un tiempo a esta parte- Europa se ha convertido en un campo de batalla prioritario para estos fanáticos.

La promoción de uno de los fugitivos más buscados a nuevo emir del Estado Islámico no puede sino acrecentar los temores de los servicios de información occidentales y árabes respecto de las capacidades operativas y el potencial para la demolición de este entramado de bárbaros.

Su nombramiento, desgraciadamente, trasciende lo simbólico.