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El avestruz

La Razón
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En fútbol, poner la mano en el fuego es chamuscarse. Por ello, creer a pies juntillas en la inocencia de Ángel María Villar es un acto de fe con la que está cayendo en FIFA y UEFA. Las alfombras, a media altura; las pelusas llegan al techo y en esta tesitura no hay más inocente que el inadvertido. Y a Villar le ascienden cada dos por tres. Han inhabilitado a sus superiores, tiene varios amigos bajo arresto y él es muy amigo de sus amigos. Investigan a Franz Beckenbauer porque, supuestamente, él y sus compatriotas invirtieron seis millones en la compra de voluntades para organizar el Mundial de 2006. Al eterno presidente del fútbol español le miran en los cajones porque el fiscal Michael García le llamó a declarar por las adjudicaciones de Rusia 2018 y Qatar 2022. Y no se prestó. Escogió el papel del avestruz, posiblemente porque si cometió pecado fue venial.

El manual de las buenas prácticas de FIFA rechaza el intercambio de favores. El manual... que choca frontalmente con el «lobby». Villar defendía la candidatura Ibérica para el año 2018 y llegó a un acuerdo con los qataríes y sus satélites: «Nosotros os votamos para 2022 y vosotros nos votáis para 2018». Natural y lógico. En el Comité Olímpico Internacional, donde las amistades son más peligrosas, sin «lobby» no hay paraíso. Sin «lobby» y sin cartera. En Singapur, mientras Raúl se fotografiaba con la mitad del COI en pos del voto, la otra mitad pasaba por los aposentos de Blair y Coe para «mejorar infraestructuras» en sus países respectivos. Como decía Walter Mathau en «Primera Plana»: «No se pueden quitar las manchas a un leopardo ni enganchar un caballo de carreras al carro de la basura». El sistema está viciado.