Alfonso Ussía
El caballo blanco
Guiraj Raj Belh, elegantísimo como los Raj Belh de toda la vida, llegó sobre un blanco corcel a la boda. Allí estaba su nueva esposa, la preciosa y multimillonaria novia Shristi Mittal, algo más ancha de lo que acostumbran a ser las novias por esta parte del mundo, y con un rostro poderoso en el que cabe hasta el escudo del «Barça». Tres días y tres noches de festejos, con los grandes dirigentes de CiU como únicos invitados más o menos conocidos. Un cronista de sociedad podría haber resumido su trabajo de esta manera: «Entre los tres mil invitados había una mujer que podía parecerse a Pilar Rahola, pero no puedo asegurarlo». Es decir, un éxito de convocatoria.
Actuó la Tuna de Barcelona. Por el aspecto de algunos de los tunos se diría que algunos de ellos estudian en la actualidad el vigésimocuarto curso de Derecho. Calvos y fondones. Buenas voces. Emocionante la entonación de «Clavelitos», que en honor de Mas se cantó en catalán, «Clavellets». La madre de la novia, como para salir corriendo y no volver la cabeza hasta La Franja. El alcalde Trías, también invitado, ordenó el desalojo de curiosos y turistas por razones de seguridad. El novio, Guiraj Raj Belh, sobre su blanco caballo, a punto de darse la leche de la boda al contemplar la expresión de su suegra, la mamá de Shristi, que, insisto, estaba de susto de muerte.
Menos mal que la gente conocida apareció en la noche de la tercera jornada de fiestas. Cabe destacar la presencia de Adriá Bonafull, el que fuera entrenador del Hospitalet de hockey sobre patines en la década de los setenta del pasado siglo. También agradeció la familia Mittal expresivamente el esfuerzo que hizo Josep Pirolas i Pirolas, ingeniero técnico de Caminos, Canales y Puertos, que a pesar de sus muchos quehaceres, aceptó acudir a la boda desinteresadamente. Fuegos artificiales. El caballo del novio, aterrorizado, y con sobrada razón para ello. A la novia le colgaban perlas del agujero izquierdo de su nariz, y fue muy felicitada por el detalle. La verdad es que el tío de la novia, Lakshimi Mittal, uno de los diez hombres más ricos del mundo, se ha afanado mucho en ganar dinero y muy poco en crearse un círculo de amistades. Allí todo el mundo estaba comiendo y bebiendo de gorra sin saber a ciencia cierta si aquello era una boda o el rodaje de una película. Menos mal que llegó Mas, y el entusiasmo se desbordó.
El novio, y espero que sea excusada mi aventurada opinión, tiene una cara de fresco que se la pisa. No le abandonó su sonrisa de satisfacción ni un solo minuto de los tres días invertidos en la celebración. Se lo comentó en hindú a otro hindú, que inmediatamente y demostrando una falta de discreción asombrosa, lo tradujo al catalán: «Que nada, que me ha dicho el novio que si la novia no fuera la sobrina de Mittal se iba a casar con ella otro, porque él, tararí que te vi». Lo que se define como el amor profundo que une a las estrellas, ilumina las aves y purifica a los cisnes. Una cara como un piano.
A Mas y Trías los sentaron con lo mejor de la fiesta. El entrenador retirado Bonafull y Pirolas i Pirolas, el perito. Así al menos, se facilitaba a los reporteros fotografiar de una sola vez a todos los famosos. El caballo blanco se estercoló inesperadamente. Menos mal que el novio había descabalgado y hablaba con una rubia bastante más estilizada que su reciente señora. En fin, que la boda del siglo de Barcelona resultó inolvidable, y que los catalanes tienen todo el derecho a decidir.
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