Toni Bolaño

El camarote de los hermanos Mas

Cataluña está a un paso del absurdo. El debate nacionalista lo impregna todo o, quizás, sería mejor decir que lo pringa todo. La última fase del «camarote de los hermanos Mas» es rasgarse las vestiduras ante la reacción del Estado, cuando sabían de antemano cuál iba a ser. Han convocado un referéndum ilegal a sabiendas. Querían simplemente conseguir el «no» de Madrid para seguir arengando a sus fieles. El acto del sábado no deja de ser el primer acto electoral de unas elecciones anticipadas que se celebrarán en febrero de 2015. El 9-N es un escenario inmejorable para CDC y ERC, que se refugiarán en el victimismo y aumentarán el volumen de su discurso bajo el mantra de «que no hay nada más democrático que el pueblo vote».

Mientras Gobierno y partidos nacionalistas se afanan en este delirio del absurdo –porque el fracaso está garantizado y la ruptura social también–, la agencia internacional Fitch sitúa el rating de Cataluña en «vigilancia negativa». Todo un mazazo para una economía que ya está calificada como BBB, o sea a punto del bono basura. Que tiene 61.836 millones de deuda –más del doble de la que dejó Montilla–, crece con un escaso 0,8% y la inversión extranjera ha caído en picado. De 1.536 millones en 2013 a 267 en 2014. Fitch toma esta decisión por las tensiones territoriales. Quizás la misma razón que deben utilizar los inversores extranjeros para dejar de traer sus recursos a la Cataluña separatista. Por si fuera poco, es necesario recordar que Cataluña tiene cerrados los mercados –los independentistas hablan de que para subsistir el nuevo Estado se podría financiar con bonos patrióticos y «créditos», aunque no dicen de dónde los sacarían ni a qué precio– y que debería afrontar la deuda actual más la que heredara del Estado.

Ante esta noticia, el «camarote de los hermanos Mas» ni se inmuta. Tampoco sus socios de ICV ni las CUP, los de la izquierda. También ellos centran sus esfuerzos en la falsa consulta –es un referéndum puro y duro– mientras las entidades del tercer sector sólo cobran el 25% de sus subvenciones, las farmacias se quedan otro mes sin cobrar, las guarderías ven reducida a la mitad las aportaciones de la Generalitat y Cáritas no da abasto para dar cobertura a todos los que lo necesitan. Mas y sus aliados no están por estas nimiedades. Sólo importa la consulta. En el camarote sólo se trabaja por lo que se trabaja. No en vano nos vamos a gastar una pasta todos los catalanes para una cosa que no se va a hacer. Hay dinero para la consulta pero no para la sanidad, la educación, los servicios sociales. Para nada. Para los fastuosos actos de 1714 no se ha reparado en gastos. Para la consulta, tampoco.

La cita del 9-N, además, nace manipulada. No porque sea ilegal. No porque camufle un referéndum bajo una consulta. Es más grave. Si se celebrara –cosa harto improbable–, dejaría fuera a miles de catalanes. Incluido un servidor. El referéndum del 9-N tiene una pregunta en árbol. ¿Quiere que Cataluña sea un Estado? ¿Quiere que Cataluña sea un Estado independiente? Los que quieren que las cosas sigan como están pueden votar no a la primera pregunta. Los que no quieren que Cataluña siga en España porque apuestan por una España que avance en una profunda reforma federal no tienen opción. Pero ni unos ni otros podrán votar «no» a una Cataluña independiente. Los que voten «no» a la primera no podrán votar «no» a la segunda. Los que no quieran votar la primera y quieran expresar su «no» en la segunda tampoco tienen esa posibilidad. O sea, en la casilla de la segunda pregunta sólo pueden votar los independentistas. ¿Esto es democracia? No, perdón. Esto es una chapuza propia del «camarote de los hermanos Mas». Lo dicho, todo a un paso del absurdo.