Alfonso Merlos

¿El cambio?

Venezuela, Irán... y ahora el pitufeo. Este estrambótico episodio de presunta financiación ilegal de Podemos no sólo revela la hipocresía sideral de los pontífices antisistema de la regeneración, sino que descubre la aplicación de una fórmula sistemática para perpetrar delitos que permanecen camuflados o invisibles.

En efecto, es la UDEF la que ha entrado en acción. No estamos ante una simple objeción ética o moral de una conducta. Pero es conocido el doble rasero de la extrema izquierda para enjuiciar estos casos: si los chanchullos los han perpetrado los colegas aunque enemigos del PP valenciano, inmediatamente se asume sin el más mínimo pestañeo ni averiguación que es cierto. Si los artífices del investigado mangoneo son los bolivarianos asistimos a una intolerable persecución orquestada por el impío Fernández Díaz. ¡Y tiro porque me toca!

¿De verdad el cambio era esto? ¿Alguien con capacidad para atarse los cordones se puede tragar ya las lecciones de Errejón y Bescansa? Todo apunta, según desveló LA RAZÓN, a que ese ejemplo olímpico de levantamiento de pasta a través del «crowdfunding» no era lo más democrático sino un instrumento de masas bajo el que poder ocultar fuertes sumas de dinero que funcionaron como gasolina para el lamborghini de la delegación ibérica del chavismo.

¿Qué línea separa a los tramposos de los delincuentes? Toca esperar el contraanálisis policial, porque los reyes de la transparencia han comparecido bloqueados, ofendidos o mudos. Exactamente como imaginábamos.