Ely del Valle

El castigo de Errejón

La Razón
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Que hay dos Podemos, ha quedado claro una vez que Vistalegre ha convertido a uno de ellos en la máquina de triturar al otro. Tal y como estaba cantado, será ahora Irene Montero quien ocupe el sillón de la portavocía parlamentaria del partido. Labia, desparpajo y maneras no le faltan. Si Pablo Iglesias fuera mujer, sería Irene Montero.

A Íñigo Errejón, para cubrir el expediente de partido sin purgas, le nombran candidato a la Comunidad de Madrid sin nombrarlo y él lo acepta sin aceptarlo. Curiosamente, es en la Asamblea de Madrid donde desde hace una semana los errejonistas son mayoría, aunque los cargos más relevantes los ocupen los pablistas de Espinar. Errejonista es José Manuel López, obligado a sentarse muy lejos de la primera fila porque su cargo ha sido ocupado por Lorena Sánchez Huertas, que viene a ser a Espinar lo que Montero a Iglesias.

«Hay que feminizar las portavocías», dijo Pablo, y su palabra es la ley. Y mientras espera su turno para cambiar la Carrera de San Jerónimo por Vallecas («¡Cuán largo me lo fiáis, amigo Sancho!»), la ejecutiva ha relegado a un Errejón despojado de su cargo de secretario político a una tristísima tercera fila desde la que ejercerá de analista de estrategias, que es algo que ya hacía Carolina Bescansa que ahora, a su vez, formará parte de un supuesto comité de sabios que es otra de las ideas «novedosas» de Pablo.

Dice Cristina Cifuentes que es una falta de respeto que se ofrezca la candidatura de Madrid como castigo a un «outsider». En realidad el castigo no es tanto la candidatura como el hecho de que si finalmente esa promesa llega a buen puerto, que aún está por ver, ahí estará el compañero Ramón Espinar, responsable del partido en esta Comunidad, para meterle en cintura o para hacerle la contracampaña. Una cruz, vamos.