Alfonso Ussía

El chiste del espigón

Colas de seis horas para cruzar la frontera de Gibraltar. Gibraltar está fuera del tratado europeo de libre circulación y España tiene todo el derecho, bajo cualquier excusa, de examinar con detenimiento la entrada y salida de personas y vehículos de la colonia. Gibraltar está contruyendo un espigón en aguas españolas, con piedras españolas y arenas españolas. Son transportadas en camiones desde Tarifa y Algeciras. Son piedras enormes; la más pequeña, como un «Seiscientos» del decenio de los sesenta. Si una persona procedente de España precisa de algunas horas para cruzar el límite que nos separa de la colonia británica, es difícil comprender el flujo y reflujo de tanto camión llevando material español para acelerar la obra del espigón. Algo falla o mucho se escapa a mi comprensión y entendimiento. Menos rigor con las personas y más con los camiones, a los que habría que prohibir llevar el material traidor. Por mar y por tierra, que es muy fácil. Gibraltar no desea construir su espigón invasor con rocas del Peñón, entre otros motivos perfectamente lógicos, porque se quedarían sin Peñón. Compran las piedras a los españoles, éstos las colocan sin disimulo alguno en pesados camiones, descargan en el espigón, y retornan a Tarifa en pos de un nuevo lote de mercancía. Y nadie obstruye el tráfico ni el negocio. Me parece raro. Diría que confuso. Afirmaría que estamos haciendo el gilipollas, pero no me atrevo a asegurarlo porque la gilipollez también tiene un límite, y la actuación de las autoridades y la Fiscalía de España están superándolo. No hallo en el diccionario la voz que defina tamaña necedad.

Me rasca el «super». -Estamos haciendo el supergilipollas-, no responde por su vestidura semántica frívola a la gravedad del caso. Como se dice en los interiores de La Montaña «nos están tomando por muy gilipollísimos» se adapta mejor al intento. Nos están tomando porque lo somos, no los ciudadanos, sino los que nos representan, que al fin y al cabo es lo mismo, porque nos van a seguir representando por nuestra culpa. Que se arme todo este tinglado de los bloques de hormigón gancheados para impedir trabajar a nuestros pescadores, de las colas en la frontera, de las disputas de la Guardia Civil con las patrulleras de la colonia narcotraficante y contrabandista, y que al final seamos los españoles los que ayudamos a construir en España un espigón que nos separa aún más de Gibraltar, es sumamente ridículo. Si se conoce el lugar donde el material, piedras y arenas –para colmo, arenas protegidas– es extraído, nada más sencillo y complaciente para la mayoría del personal que prohibir la extracción, empapelar a los extractores, incautar los camiones y precintarlos posteriormente hasta que la Justicia decida. «Nos mantendremos firmes en el contencioso de Gibraltar, pero vamos a seguir ayudando a la Colonia a construir el espigón, porque ellos, los llanitos, pobres, carecen de material natural para concluir su obra». Y el espigón, creciendo con erótica vocación.

¿Para qué molestar a gibraltareños y españoles obligándolos a esperar horas y horas en la frontera si dejan pasar los camiones camino del espigón? ¿Para qué reclamar la territorialidad de las aguas jurisdiccionales si en nuestras narices, y con la ayuda de unos constructores españoles, con material español, estamos invadiéndonos a nosotros mismos? ¿Para qué estropearle a Cameron sus vacaciones mallorquinas? ¿Para qué perjudicar a Picardo su estival descanso en su lujoso hogar de Sotogrande? No tiene sentido tanta coraza en la apariencia y tanto vacío en el interior de la coraza. Es complicado. Gibraltar y el Reino Unido se aprovechan de nuestra división. Lo han visto claro. Los del Partido Popular reivindican la españolidad de Gibraltar y los socialistas no reivindican españolidad alguna porque muchos de ellos no se consideran españoles. Son «ciudadanos del mundo», esa estupidez tan moderna. Y ante la división, la chulería. Gibraltar es un paraíso fiscal y la gran puerta del contrabando de tabaco y drogas con destino a España. Eso, y las piedras, es contra lo que hay que combatir. Europa siempre ha mirado de soslayo el asunto gibraltareño, porque no le interesa enfadar a los ingleses y no les preocupa la reacción de España por la ausencia del elemental concepto de Patria de su izquierda. Aquí, la izquierda sigue en Franco y la verja, y al paso de los años se empieza a vislumbrar que quizá tuvo razón en su política. España protesta y le construye a Gibraltar el espigón. Hay que contarlo con tristeza, no como un chiste. El chiste del espigón.