Cristina López Schlichting

El colgador para la puerta

La Razón
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Muy interesante presenciar el careo de Marlene Wind, directora del Centro de Política Europea de la Universidad danesa con Carles Puigdemont. Cuando le han preguntado a la profesora acerca de su impresión sobre el político catalán ha dado una respuesta que no tiene precio: «Desde luego está muy entrenado en ser el centro de atención y se le ve muy capaz de manejar al público, de llevar a la audiencia hacia ciertas conclusiones evitando el debate en profundidad (...) Pero en lo que realmente es un experto es en no responder a las preguntas que se le formulan. De todas las preguntas... no respondió a ninguna. Sólo entró a los temas que estaban en su propia agenda. Y eso no es debatir». Ay, mi querida señora, ¡si usted supiese! Es un consuelo percibir que no sólo nosotros, los españoles, tenemos calado a Puigdi, sino mucha más gente ahí fuera.

El populismo no es sólo ni fundamentalmente un problema de ideas, es, especialmente, un asunto de método. Como en la revolución, es más importante el camino que la meta. Y el método es la mentira, la manipulación y la propaganda. Llamar la atención sobre sí mismos y sus problemas (no importa nada que a Extremadura o Almería no llegue AVE, o que a regiones enteras les falte agua, lo crucial es que algunos catalanes se sientan maltratados) y no hablar más que de eso. Como una neurosis obsesiva.

Pero hay más populismos en Europa. La delegada de «Políticas de Género y Diversidad» del gobierno de Ahora Podemos acaba de enviarnos a los madrileños una carta en la que se nos informa sobre la violencia machista y la web buenostratos.madrid.es. Estupendo hasta aquí, ni una broma cuando caen asesinadas mes tras mes decenas de mujeres en toda España. Junto a la carta, sin embargo, viene un colgador para el picaporte de la puerta. Es una cartulina con dos corazoncitos muy monos y la leyenda: «Mi puerta está abierta por los buenos tratos». Nos insta doña Celia a colgarla. No sé si habrá vecinos ingenuos, capaces de pensar que una cartulina en la puerta detiene el asesinato. Lo que sí sospecho es que la delegada de políticas de género quiere que le hagamos campaña. «Ajá –dirían los vecinos– mira que maja la alcaldesa, cómo lucha contra los malos tratos, y cómo apoya Cristina».

Yo encuentro perverso este uso de los dineros de todos. Y no hay iniciativa podemita en la que la propaganda no esté presente. Desde los cambios de los nombres de calles hasta las reuniones de alcaldes pagadas con dinero municipal, hasta los referenda en los que los ciudadanos votan de nuevo sobre un asunto que se supone resuelto cuando vas a las urnas a elegir a quienes quieres que te hagan el trabajo municipal. La gente buena tiende a creerse que estos políticos vagos, que no resuelven los problemas sino que nos los delegan otra vez, son muy democráticos. Lo que son es excelentes en agitprop.